La partida de Serafín Lorenzo y la tragedia de la Rambla
Jorge García García. Recuerdos de Cástaras.
A José Aurelio Romero Navas y a José María Azuaga Rico, que abrieron caminos. Con afecto, gratitud y respeto.
Resumen
Este trabajo presenta los resultados de la investigación llevada a cabo sobre los sucesos de represión y resistencia del maquis en Cástaras, con especial atención a los acontecimientos de 1947. A través de una revisión detallada de fuentes documentales y testimonios orales, se reconstruyen los hechos que culminaron con la muerte de siete guerrilleros de la partida de Serafín Lorenzo en el cortijillo de la Rambla, así como la del propio Serafín y la de dos colaboradores: Juan Salas y Serafín Almendros. Se contrastan diversas versiones de testigos y de fuentes escritas. Además, se exploran, sin profundizar, las dinámicas sociales y políticas del momento, evidenciando las contradicciones y tensiones entre los actores implicados, lo cual proporciona una visión compleja de un periodo histórico que marcó una profunda huella en la comunidad local.
Introducción
La publicación en 2010 en Recuerdos de Cástaras del trabajo del profesor Romero Navas, titulado «Cástaras en los años cuarenta: algunos hechos e incidencias ocurridos a sus vecinos, o en su término municipal», aborda la actividad del movimiento guerrillero antifranquista en Cástaras, cuyo punto culminante fue la muerte de siete guerrilleros del grupo de Serafín Lorenzo en el Cortijillo de la Rambla. Esta publicación suscitó nuevos testimonios que arrojan luz sobre este trágico suceso, el más funesto para la historia local desde la muerte de 37 personas en la cueva Fresca al final de la guerra de los Moriscos. Además, el trabajo de Romero Navas construye el primer y único relato histórico sobre el maquis en Cástaras hasta el momento.
El profesor Romero basa su estudio en los procesos seguidos por tribunales militares. Como señalamos en la presentación del artículo, su relato difiere en aspectos esenciales de las versiones que nos han llegado por vía oral, contadas entre dientes, así como de los testimonios ya mencionados. La principal discrepancia radica en que, según las fuentes documentales y las publicaciones disponibles, podría interpretarse que los siete guerrilleros se suicidaron o murieron en combate. Sin embargo, no sería justo que estos hechos se perpetuaran en la historia de esta manera, ya que varios guerrilleros y dos colaboradores habrían sido víctimas de ejecuciones extrajudiciales1 planificadas y ordenadas desde las altas esferas de las fuerzas represoras. Estos homicidios, llevados a cabo fuera del marco legal y sin proceso ni juicio alguno, eran una práctica común en el contexto de la lucha antiguerrillera. Esta conclusión se fundamenta en una lectura crítica del trabajo citado, de las causas judiciales relacionadas con las muertes y de otras informaciones publicadas, así como en testimonios que se expondrán más adelante.
Estructuración del maquis
Tras finalizar la Guerra Civil Española, numerosos individuos, perseguidos y amenazados por el nuevo contexto político, abandonaron sus hogares y se refugiaron en las montañas, conformando los primeros grupos de huidos. Estos hombres buscaban escapar de la violencia, las torturas y las ejecuciones que imponía la dictadura. Con el tiempo, los grupos informales en que se congregaron comenzaron a estructurarse y a recibir apoyo externo, especialmente del Partido Comunista de España (PCE), que les proporcionó recursos, formación militar, armamento y liderazgo.
En la región comprendida por las sierras de Málaga y Granada, se organizaron agrupaciones guerrilleras que operaron principalmente en los Montes de Málaga, la Axarquía, las sierras de Tejada, Almijara, Alhama y Lújar, así como en la ladera sur de Sierra Nevada y en el resto de la Alpujarra. Estas áreas, caracterizadas por su difícil acceso y terreno escarpado, fueron estratégicas para la resistencia y convirtieron a las guerrillas que operaban allí en unas de las más activas de la lucha antifranquista.2
El proceso represivo contra el maquis se intensificó significativamente en todo el país en 1947, bajo la influencia de la Guerra Fría, que reforzó la percepción que tenía Franco de que contaría con inminente respaldo de las potencias occidentales. Este apoyo permitió al régimen actuar con mayor libertad contra la población y los focos de resistencia. La lucha armada se mantuvo en estos territorios hasta 1952, año que marcó el final de la guerrilla debido a la creciente presión de la Guardia Civil, el reconocimiento internacional del régimen franquista, y el giro estratégico en la política del Partido Comunista, que fue abandonando gradualmente la modalidad de lucha armada en favor de una resistencia de carácter más político enfocada en centros de trabajo, sindicato vertical y universidades.
En este marco geográfico e histórico, y en el escenario de resistencia y represión de la posguerra se desarrollaron los acontecimientos de Cástaras, constituyendo un paradigma de los métodos violentos empleados por el régimen dictatorial del general Franco. Nuestra exposición se fundamentará en un testimonio oral,3 en las diligencias relacionadas con los sucesos de la Rambla,4 en el artículo de Romero Navas,5 así como en otros testimonios orales y escritos, y en publicaciones relevantes concurrentes.
Serafín Lorenzo
El fenómeno del maquis en Cástaras gira en torno a la figura de Serafín Lorenzo de Cara. Nacido el 8 de marzo de 1905, era hijo de Isidro Lorenzo Rodríguez (nacido en 1870) y de Josefa de Cara Romera (nacida en 1875). Provenía de un hogar típico de labradores, como muchos otros del pueblo, y era el tercero de cinco hermanos: tres varones y una mujer. Su linaje paterno se remonta a don Pedro Soroll, un clérigo de menores catalán que llegó a Cástaras hacia 1750 y se convirtió en el primer médico conocido del pueblo. También podría estar relacionado con Juan Lorenzo del Higueral, repoblador gallego del siglo XVI que fue condenado por la Inquisición en 1587.6
Hombre sencillo, de complexión fuerte y carácter agradable,7 Serafín se dedicaba a las tareas del campo siguiendo la tradición familiar. Como reflejo de su orientación políticosocial y de su militancia activa, antes del estallido de la Guerra Civil, fue presidente de la Sociedad de Obreros Agrícolas de Cástaras, una organización local del sindicato UGT.8
Se casó en 1930 con Serafina Lorenzo Rodríguez, con quien tuvo una hija, Isabel, nacida en 1931. Quedó viudo en fecha que no hemos logrado determinar.
Al principio de la guerra civil, Serafín fue uno de los cuatro castareños que se desplazaron a Nieles el 28 de agosto de 1936 en busca de apoyo para perpetrar la quema de las imágenes de la iglesia de Cástaras y de los archivos parroquiales y municipales, así como el destrozo de los retablos, enseres de la iglesia y mobiliario del ayuntamiento. Mientras ardían las imágenes, aprovecharon para saquear las casas de las familias de derechas que habían huido del pueblo temiendo por sus vidas y forzadas por un clima de polarización, violencia social y obstinación por negarse la convivencia. Destacó en la organización de los vecinos del pueblo que perpetraron los hechos, algunos de los cuales colaboraron voluntariamente, otros bajo coacción, mientras que el resto se ocultaron o se negaron a intervenir.9
Durante la Guerra Civil, estuvo enrolado en la columna «Lina Ódena», perteneciente a las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas,10 organizadas por el PCE en 1933 y disueltas en 1937. Tras su disolución, fueron integradas en el Ejército Popular Republicano con el objetivo de dotarlas de disciplina y carácter militar. Serafín pasó a formar parte de la 3.ª compañía del batallón 725 de la 182 Brigada Mixta.11 Estas unidades estuvieron desplegadas a lo largo de la guerra en el frente de Juviles. Su actividad bélica fue mínima, centrada más en el control de la zona y establecimiento de fortificaciones que en enfrentamientos directos con fuerzas enemigas. Establecieron acuartelamientos en Cástaras, dentro de la iglesia y en la casa de doña Celia, situada en la cuesta de San Miguel. Muchos de los milicianos que integraban la unidad eran jóvenes de la localidad. En dicha compañía, Serafín fue ascendido a cabo, según la documentación archivística disponible, aunque otras fuentes sugieren que pudo haber alcanzado el grado de sargento.
Al finalizar la guerra se reintegró a sus tareas como labrador, aunque su situación continuó siendo difícil. Pronto, fue detenido junto a más de una veintena de castareños que habían destacado por su tendencia izquierdista o revolucionaria, entre ellos su padre, Isidro, que murió en la cárcel en mayo de 1939, y su hermano Evaristo. Junto a ellos y otros castareños presos, padeció vejaciones y torturas infligidas por las autoridades del bando vencedor. Pasó por varias cárceles locales y comarcales antes de ser juzgado y condenado a muerte. La pena fue conmutada, y tras permanecer algún tiempo en prisión, obtuvo la libertad condicional con la obligación de presentarse semanalmente en el cuartel de la Guardia Civil.
En esta situación permaneció algún tiempo, hasta que un cambio en el comandante de puesto provocó un incremento notable de los maltratos que recibía cada vez que acudía al cuartel. Decidió entonces no volver más, pasar a la clandestinidad, y echarse al monte, es decir, refugiarse en la sierra y unirse al maquis. No se sabe con certeza cómo Serafín se integró en la guerrilla, pero no se alejó mucho de Cástaras. Con el tiempo, pasó a encargarse de las laderas sur de las sierras de Lújar y Contraviesa, desarrollando actividades en la comarca de Motril, así como por los pueblos de la baja Alpujarra y de la costa oriental de la provincia de Granada. Adquirió renombre y obligó a la Guardia Civil, que lo calificaba en sus informes internos como peligroso y «de mala conducta en todos los órdenes»,12 a mantenerlo bajo constante persecución.13
La Rambla
En pleno periodo de clandestinidad, Serafín Lorenzo eligió como escondite y refugio el Cortijillo de la Rambla, un ejemplo característico de construcción alpujarreña, situado a unos tres kilómetros de Cástaras. El edificio se encuentra a unos 90 metros del cortijo y molino de la Rambla, ambos ubicados en la rambla de Cástaras, cerca de su inicio, a unos quinientos metros de la confluencia de los barrancos de la Alberquilla, de la Fuente Medina Solís y Hondo, cuyas aguas proporcionan fuerza al rodezno de la aceña. Enclavado en un pequeño valle fertilizado por los limos que arrastran las aguas descendentes de la sierra, la ubicación en la hondonada que forman la Coronilla de Nieles, la Loma y el cerro de Pedro Jiménez ofrece un terreno llano rodeado de un paisaje abrupto. El Cortijillo, cuasi cúbico, de aproximadamente nueve metros de lado, era un edificio funcional con una única puerta orientada al norte y tres ventanas, una en cada lado norte, oeste y sur. Su interior se distribuía en cuatro cuartos, destinados a pajar, cuadras, aperos y almacén. La finca había pertenecido a Serafina Lorenzo Rodríguez, la difunta esposa de Serafín, y tras diversas vicisitudes, terminó incorporada al cortijo y molino de la Rambla, como extensión de la propiedad con la cual lindaba.
Casimiro Ortega y María Almendros con cuatro de sus hijos.
(Cortesía de Mercedes Ortega Rubio).
El dueño del molino de la Rambla era José García Martín, un castareño nacido en 1889, que continuó la carrera castrense tras el servicio militar en el arma de Artillería y se había retirado en 1940 con el grado de teniente. Poco después, adquirió el Cortijillo.
José García había contratado con Casimiro Ortega González (1900-1974), en régimen de aparcería, la explotación integral de su hacienda. Casimiro, castareño casado con María Almendros Medina (1905-1964) hacia 1925, que tuvo nueve hijos, el mayor nacido en 1926 y el menor en 1947, se encargaba del molino y de las tareas relacionadas con la molienda, labraba las tierras de la propiedad y cuidaba una nutrida cabaña de animales de corral, con ayuda de María y de sus hijos más mayores, según usanza inveterada en aquella sociedad rural. Esta explotación aportaba pingües beneficios tanto a Casimiro como a José, ya que el molino se convirtió en una fuente vital de abastecimiento de harinas para la población de Cástaras y alrededores, en la época de escasez y racionamiento de posguerra. Además, prácticas relacionadas con el estraperlo, muy comunes en aquellos años, contribuyeron a incrementar aún más los rendimientos.
No solo por paisanaje y vecindad, sino también por una vieja amistad que se remontaba a sus días de escuela, Casimiro Ortega y Serafín Lorenzo compartían vínculos estrechos. Serafín tenía un profundo conocimiento del entorno porque había cultivado allí huertos del patrimonio conyugal durante varios años.
José García Martín. (Cortesía de Enriqueta García Martos).
Apoyándose en su conocimiento del terreno, la proximidad al pueblo, los recursos que podía disponer a través del molino y en la confianza que le brindaba su relación con Casimiro, Serafín debió considerar este edificio aislado, de acceso limitado y en un entorno apartado, el lugar idóneo para guarecerse. Así convirtió el Cortijillo en un refugio estratégico, donde su partida podía descansar, restaurarse y aprovisionarse, alejados de miradas indiscretas y con la seguridad que ofrecía la posición. Durante años, Serafín Lorenzo estuvo yendo y viniendo, solo o con su partida, haciendo del Cortijillo un punto de parada frecuente, donde se alimentaban gracias a la generosidad condicionada de Casimiro y María, quienes se levantaban de madrugada cada vez que eran requeridos para atender a tantos guerrilleros. Aunque Serafín rara vez se quedaba en el Cortijillo, ese lugar era clave en sus movimientos. Tras salir de la cárcel, mantuvo una relación con Jesusa Martín, conocida como «la Santa», una mujer del pueblo señalada por la Guardia Civil como colaboradora del maquis, y que falleció, junto al hijo que esperaba, durante el parto, mientras él permanecía escondido en su casa. Más tarde, entabló otra relación con una mujer que vivía en el Barribalto, en cuya vivienda también se refugiaba. A menudo, se ocultaba en el Cortijillo de arriba de la Rambla, arrendado a Serafín Almendros Ruiz, un amigo considerado guerrillero del llano, de cuyo trágico final trataremos más adelante.
Mapa de la Rambla de Cástaras y alrededores en el que se han señalado el cortijo y molino de la Rambla, así como el Cortijillo y el camino del Castillejo a la cuesta de los Corrales. Elaboración propia a partir del modelo de terreno del Instituto Geográfico Nacional y curvas de nivel de la Base Cartográfica de Andalucía.
Este continuo ir y venir, con el paso del tiempo, se convirtió en oneroso para Casimiro, quien se quejó al dueño del molino, José García, por la carga que representaba alimentar a la partida de Serafín. Aunque García le indicó que podía atribuir los gastos ocasionados por los guerrilleros a su parte de la aparcería, a Casimiro no solo le preocupaba la carga económica. Le inquietaba aún más la tensión que generaba dar refugio y colaborar con los guerrilleros, un delito severamente perseguido y penado, que podía acarrear nefastas consecuencias para quienes lo cometían, al ser considerados guerrilleros del llano.
La Guardia Civil en Cástaras
La Guardia Civil no había considerado necesario establecer un cuartel en Cástaras en los años veinte, a pesar de la solicitud del Ayuntamiento formulada en 1922.14 Este requerimiento, motivado por la proliferación del bandolerismo en la comarca, fue apoyado con una recomendación del político liberal Natalio Rivas, solicitada por Manuel Rodríguez Mezcua,15 cacique local y representante de esa tendencia política en el pueblo. Sin embargo, en 1945, se optó por la creación de un destacamento permanente en el municipio para hacer frente a la guerrilla. Aunque anteriormente no había cuartel, la Guardia Civil había mantenido presencia constante en el entorno, por medio de patrullas y agentes enviados desde los puestos cercanos a Cástaras.
El proceso de establecimiento del cuartel fue gradual. El 23 de febrero de 1945, un brigada de la Guardia Civil solicitó al Ayuntamiento de Cástaras un edificio para alojamiento,16 pidiendo un solar y un subsidio de 12 000 pesetas por pabellón. Hacia septiembre del mismo año, el párroco de Cástaras cedió la casa rectoral al Ayuntamiento sin renta, para uso de los guardias civiles como sala de armas, cocina y alojamiento.17 Dado que esto no era suficiente, en febrero y abril de 1946 se acordó alquilar casas adicionales para el uso de la Guardia Civil. Una de estas propiedades fue la casa ubicada en la Placeta, o plaza de Alfonso XII, número 8 (hoy número 1),17 que había estado ocupada por José Ruiz Lorenzo, conocido como Pepe Ruiz, implicado en los sucesos del 28 de agosto de 1936 y que pasó tiempo en prisión, sin regresar nunca al pueblo. Algunos guardias con sus familias se alojaron en la casa de Dolores Navarrete, situada a la derecha en la calle San Miguel, hoy con el número 2.18
Casa rectoral, que sirvió como casa cuartel de la Guardia Civil en Cástaras.
(Álbum de Sebastián Alcalde, por cortesía de Miguel Almendros Alonso).
A Cástaras fueron destinados varios guardias civiles, algunos solteros y otros que llegaron acompañados por sus familias. Se integraron con rapidez en la sociedad local, llegando a casarse con jóvenes del pueblo, apoyar a mozos en el proceso de formación para su ingreso a la Guardia Civil, y forjar amistades duraderas con las familias del lugar. Al frente del destacamento fue destinado Francisco Ruiz Sánchez-López, un joven natural de Cádiar, cabo o cabo primero, conocido en la zona como «cabo Sopas». Este hombre entabló noviazgo con Leonor Almendros Rodríguez, joven perteneciente a una familia considerada de signo izquierdista, cuyos miembros, incluida Leonor, sufrieron vejaciones, represalias y acoso por parte de las autoridades locales tras el fin de la guerra. El noviazgo entre Leonor y Francisco jugó un papel decisivo en los acontecimientos de la Rambla que estamos tratando, como se expondrá.
La relación entre los guardias civiles destinados en Cástaras y los maquis de Serafín parecía basarse en un pacto tácito de no agresión. Los guerrilleros tenían información sobre los guardias civiles y sus familias, y podían hacerles daño. Por su parte, los guardias civiles también conocían detalles sobre los maquis y podían actuar contra ellos con el respaldo del aparato estatal. Hubo convivencia y connivencia. A menudo, en timbas clandestinas organizadas por las tabernas y en algunas casas del Barrimedio y de los barrios bajos de la población ―actividad muy perseguida por el cabo «Sopas»― se encontraban guerrilleros de la partida de Serafín y algún que otro guardia civil del destacamento de Cástaras. El cabo Ruiz cumplía estrictamente con los mandatos que recibía de sus superiores, pero sin implementar servicios relacionados con el maquis por iniciativa propia, eludiendo su responsabilidad en ciertos casos. Algunos vecinos decían que incluso habían establecido un código para transmitir alertas o intercambiar información mediante disparos realizados en la Piedra Picá, lugar desde donde se divisa la Rambla, o en el propio cortijo.
Dos guardias civiles del destacamento de Cástaras en un servicio de escolta en la Casería de Mercado hacia 1947. (Archivo del autor).
Algunas operaciones del maquis en Cástaras
Entre 1940 y 1947, se produjeron diversos hechos delictivos perpetrados por maquis en el entorno de Cástaras o que afectaron a sus habitantes. Dos de estos sucesos no han trascendido a la historiografía debido a las circunstancias que los rodearon. Uno de ellos fue un intento fallido de atraco al tendero Enrique García Martín, que ocurrió en octubre o noviembre de 1944. Se desconoce la identidad o afiliación de los atracadores, aunque se sabe que iban bien pertrechados, incluso con granadas de mano visibles en sus cinturones. Un grito desgarrador de Enrique, llamando a su hijo Gabriel, provocó la bajada apresurada de toda la familia, que estaba desgranando maíz en la planta superior de la casa donde se encontraba la tienda. Este alboroto asustó a los maquis, que se esfumaron en la negrura de la noche. Según algunos paisanos, Enrique arrojó a los guerrilleros el quinqué con el que se alumbraba, y los vecinos comentaban que probablemente no se habrían alejado mucho.19
Pocos días después, otro atraco tuvo lugar en Nieles, donde Juan Alcalde, un tendero local, fue víctima de un asalto en el que los maquis se llevaron dinero en metálico y mercancías, incluyendo todos los jamones que poseía.
Otro suceso relevante fue el asalto al párroco de Cástaras, que también estaba a cargo de las parroquias de Juviles, Nieles y Notáez. Ocurrió en un recodo del camino de Notáez a Cástaras. Los guerrilleros salieron al paso del cura y le ordenaron: «¡Abájate del burro!», exigiéndole que les revelara la ruta del dinero destinado al pago de los obreros que trabajaban en la construcción de la carretera. En este caso, se trató de la partida capitaneada por Serafín, el cual permaneció algo apartado y con la cabeza gacha, ya que conocía al párroco porque era su paisano. No hubo denuncia de este asalto debido a la amenaza explícita de los guerrilleros al cura, advirtiéndole que no contara a nadie lo sucedido.20 Esta orden se cumplió, y el incidente no se conoció hasta muchos años después, una vez que la actividad guerrillera había cesado. No se tiene constancia de otras acciones guerrilleras, como «golpes económicos» ―denominación acuñada por la historiografía reciente para los atracos o secuestros―, homicidios u otros actos delictivos en los que participara Serafín Lorenzo y su partida.
Brazalete distintivo de los miembros del Ejército Nacional Guerrillero.
(Fuente: El Ejército Guerrillero de Andalucía (1945-1952), p. 499).
La Agrupación Guerrillera de Granada
La Agrupación Guerrillera de Granada (AGG) se creó a principios de 1946, como parte del Ejército Nacional Guerrillero, en un contexto de fuerte represión por parte del régimen franquista y la persistencia de la lucha guerrillera en la posguerra. La formación de la AGG fue impulsada por el Partido Comunista de España (PCE), que desempeñó un papel fundamental al enviar militantes desde el exilio para fortalecer la resistencia y organizar la guerrilla.
Desde sus inicios, la AGG integró a guerrilleros provenientes de distintas regiones de España, incluyendo a aquellos que ya luchaban de forma independiente desde el final de la Guerra Civil. La primera fase de la AGG estuvo bajo el liderazgo de José Merediz Víctores «Tarbes» y Ramiro Fuente Ochoa, pero esta organización inicial fue desmantelada a principios de 1947 tras un intenso período de represión.
La Agrupación Guerrillera de Granada vivió un periodo especialmente turbulento en la primera mitad de 1947, caracterizado por notables logros operativos, graves reveses en su liderazgo y una represión implacable por parte de la Guardia Civil. Entre los éxitos de la organización se destacó el audaz secuestro y asesinato del coronel Joaquín Miláns del Bosch, jefe de la Comandancia de Obras y Fortificaciones de la 9.ª Región Militar, realizado el 8 de enero de 1947 por la 1.ª Compañía dirigida por «Clares». Sin embargo, poco después, la detención de José Merediz, líder de la AGG, en la estación de Fiñana el 13 de enero marcó un duro golpe para la estructura guerrillera, que tuvo que reorganizarse bajo la dirección de Francisco Rodríguez Sevilla.
La intensificación de las acciones de la Guardia Civil, bajo el mando del teniente coronel Manuel González Ortiz, jefe de la 136.ª Comandancia en Granada, y la política represiva impulsada por el general Julián Lasierra,21 jefe de la 1.ª Zona de la Guardia Civil desde febrero de 1947, obligó a la Agrupación Guerrillera de Granada (AGG) a enfrentar una represión cada vez más feroz. En enero de 1947, Serafín Lorenzo se unió con su partida a la 2.ª Compañía de la AGG, una de las dos que componían la unidad, bajo el mando de Francisco López Pérez, alias «Polopero»,22 quien había asumido el liderazgo en diciembre de 1946. Según informes del jefe del Sector de Ugíjar de la Guardia Civil, esta partida habría participado a finales de 1946 en diversos atracos y secuestros, por los que obtuvo numerosas armas y más de setenta y cinco mil pesetas: el 21 de noviembre en Bargis, el 6 de diciembre en Cáñar; el 16 de diciembre en Rubite, donde fue víctima el médico Baldomero Villanueva García, nieto de otro médico del mismo nombre que ejerció en Cástaras a finales del siglo XIX, y muy recordado por su ejercicio en Órgiva, del que lograron un botín de 27 500 pesetas, un reloj, una sortija y una navaja;23 el 25 de diciembre en Los Tablones de Motril; y el 27 de diciembre en el Valle de Lecrín, donde volaron una torre de alta tensión. Además, en enero de 1947 realizaron un asalto en un cortijo de Rubite. Estas acciones reportaron armas y más de 75 000 pesetas, según lo reseñado en el boletín «Por la República: Órgano del Ejército Guerrillero de Andalucía», intervenido en un enfrentamiento en Berja meses después.24
Tras su integración en la Agrupación Guerrillera de Granada (AGG), la Segunda Compañía, a la que pertenecía la partida de Serafín, protagonizó nuevas operaciones durante la primera mitad de 1947. El 17 de febrero, llevaron a cabo el secuestro de Bernardo Díaz Moreno, un propietario de Órgiva nacido en 1911, obteniendo un rescate de 50 000 pesetas por su liberación. El 8 de junio, unos quince guerrilleros atracaron y secuestraron a José Ramírez Rodríguez, vecino de Almegíjar nacido en Orán en 1882, en la Casería de Mercado, consiguiendo un botín de 7 300 pesetas. Poco después, el 30 de junio, participaron en el secuestro de Vicente Alonso Martín25 en el cortijo Loma del Pino de Torvizcón, logrando en esta ocasión un rescate de 17 000 pesetas; según la víctima, los guerrilleros Antonio González Díaz y Francisco Oliveros Oliveros fueron los que perpetraron su secuestro. Aunque no se dispone de más información al respecto, es posible que la compañía estuviera involucrada en otras operaciones similares durante este periodo. Estas acciones precipitaron la caída de la partida liderada por Serafín.
Después de su incorporación a la AGG, la Segunda Compañía quedó compuesta por los siguientes guerrilleros: Antonio González Díaz, conocido como «el de la Haza del Lino», incorporado en octubre de 1946, procedente de la partida liderada por Ramón Rodríguez López «Rabaneo»; Francisco Oliveros Oliveros, apodado «Matagallos» y Manuel Rodríguez Rodríguez, alias «Manuel el de Bayarcas», que se unieron en febrero de 1947; y Benito Lozano Díaz «Lozano de Lanjarón», José Sáez Carmona «Manquillo», Antonio González Váquez «el Bota», Benito Fernández Rodríguez «Estébanez» y Nicolás Lorenzo Almendros «sobrino de Serafín», que lo hicieron en junio de 1947, este último con tan solo diecisiete años recién cumplidos. Aunque es posible que se sumaran otros miembros, las fuentes disponibles solo confirman la participación de estos ocho.
La matanza de la Rambla
La Guardia Civil estaba bien informada de las correrías de Serafín y su partida. El alargado brazo de sus servicios de información se extendía por todas partes para recabar antecedentes que sustentaran la persecución del maquis que se desató durante 1947. Las inquietudes de Casimiro Ortega, el molinero, llegaron a oídos de las autoridades represoras, ya sea a través de su propio testimonio o, según refería su familia cercana, por denuncia de José García, el propietario del molino, con la intervención de los sacerdotes Gabriel y Miguel García Martín, que eran sus hermanos y ocupaban cargos destacados en Granada: Gabriel era administrador general de la archidiócesis y Miguel, inspector jefe de enseñanza primaria. Estos últimos solían pasar los descansos estivales en el cortijo de la Rambla y conocían las estancias de la partida en el Cortijillo. Ambos eran originarios de Cástaras y, además, mantenían vínculos familiares con el párroco de la localidad, que era su sobrino y al que habían tutelado durante toda su etapa formativa, al haber quedado huérfano de padre con tan solo seis años. Aunque en el pueblo se creía que la denuncia partió del propio molinero, en realidad la Guardia Civil tenía acceso a variadas fuentes de información, incluyendo los guardias civiles destacados en Cástaras y, posiblemente, confidentes infiltrados entre los guerrilleros.
Sea como fuere, en las altas esferas de la 136.ª Comandancia, en un momento indeterminado pero anterior a la incorporación de la partida a la Segunda Compañía bajo el mando de «Polopero», se había diseñado un plan estratégico para eliminar a Serafín Lorenzo y su grupo. El plan contemplaba garantizar la seguridad de Casimiro, el molinero, a quien se protegería de posibles represalias de la guerrilla. Esto sugiere que él mismo pudo haber participado, al menos de manera indirecta, en la planificación, aceptando las graves consecuencias que la ejecución del plan podría acarrear para él y su familia.
La viabilidad de la estrategia dependía de conocer con precisión el momento en que la partida se ocultaba en el Cortijillo. La Guardia Civil no podía movilizar un contingente significativo de efectivos sin asegurarse de que la operación tendría éxito, lo que había provocado continuos retrasos en su ejecución. Mientras tanto, la creciente inquietud del molinero reflejaba la presión que soportaba en medio de esta compleja situación.
Al parecer, la ocasión se presentó propicia a principios de julio de 1947. Según los informes de la Guardia Civil, como consecuencia de los atracos y secuestros mencionados anteriormente, y en particular del más reciente en el cortijo de la Loma del Pino, así como del secuestro del vecino de Bubión Bernardino Fernández, ocurrido el 1 o 2 de julio, los guerrilleros fueron localizados en el barranco de la Sangre del término de Pitres por fuerzas del puesto de Capileira. En dicho lugar, se entabló un tiroteo a consecuencia del cual los guerrilleros abandonaron al secuestrado y huyeron. Posteriormente, se averiguó que se habían refugiado en el cortijo de la Rambla y la cúpula de la 136.ª Comandancia consideró que era el momento oportuno de ejecutar la estrategia planificada meses atrás.
Vista del Cortijillo de la Rambla, tomada en 1948. (Archivo del autor).
Con las últimas luces del 3 de julio de 1947, una larga fila de guardias civiles fue avistada descendiendo desde el cortijo Don Juan por el camino de la Rambla, guiada por un guarda de Nieles, experto conocedor del terreno. Al mando de la columna estaba el teniente José Sánchez Alcaide.26 Al llegar a su objetivo, la fuerza se desplegó rápidamente, rodeando el Cortijillo y apostando guardias en todos los accesos para bloquear cualquier posible vía de escape y controlar la posición. Simultáneamente, detuvieron y maniataron a Casimiro Ortega, el molinero, quien permaneció en esta situación, sentado en una silla de su vivienda y vigilado por agentes, durante todo el tiempo que duró la operación.
El Cortijillo, que había sido un refugio ideal para los guerrilleros debido a su aislamiento y las ventajas defensivas que ofrecía, se convirtió en una ratonera cuando fue rodeado por las fuerzas del orden. Aunque inicialmente proporcionaba un refugio seguro, una vez bloqueados los accesos y con la fuerza cerrando el cerco, el lugar dejó de ser un escondite estratégico para convertirse en una trampa de la que no era posible escapar. La partida de Serafín, que se hizo fuerte en su refugio, se encontró atrapada por sorpresa y sin posible salida.
Establecido el cerco, la fuerza atacante conminó a los guerrilleros para que se entregaran. Estos se mantuvieron firmes en el Cortijillo, decididos a resistir y enfrentarse al ataque que los acorralaba. Comenzaron las escaramuzas, mientras trataban de repeler al contingente ofensivo dispuesto por Sánchez Alcaide. La partida de Serafín, al verse completamente rodeada, comprendió que su única opción era luchar con los medios a su alcance y que no tenían más alternativas que resistir o rendirse.
Una vez asentada la posición, el teniente Sánchez Alcaide envió un mensaje al puesto de Cádiar, confiándolo a un hijo mayor de Casimiro. Cuando llegó al pie de la cuesta de los Corrales, al tomar el camino hacia Nieles, fue interceptado por dos guardias civiles del destacamento de Cástaras, quienes le preguntaron sobre los disparos provenientes de la Rambla. Los mandos, conscientes de la relación entre algunos miembros de la Guardia Civil y los guerrilleros, decidieron mantener a los guardias de Cástaras totalmente al margen de la operación. Se les permitió participar únicamente como mensajeros y para gestionar otros servicios menores una vez que la operación había finalizado.
Vista de la Rambla de Cástaras desde el cerro Mansilla. (Fotografía del autor).
En Cádiar aguardaba noticias el jefe del Sector Interlímite con Almería, comandante Eduardo Alonso Quesada,27 cuya sede estaba en Ugíjar. La información que portaba el mensajero impulsó al comandante a desplazarse inmediatamente hasta la Rambla. Debido a la falta de efectivos en el cuartel, posiblemente a causa de la operación en curso, se recurrió a la ayuda de dos somatenes.28 En automóvil conducido por un guardia civil, emprendieron viaje hasta el Castillejo: los dos somatenes, el comandante y el hijo del molinero. Desde allí, los cinco continuarían a pie los casi tres kilómetros que los separaban de la Rambla, en una noche de luna llena. Al llegar a la desembocadura del barranco del Baño del Piojo, la comitiva fue recibida con ráfagas de subfusil desde las colinas adyacentes, donde se había atrincherado la fuerza de vigilancia para impedir el acceso al campo de operaciones establecido en la Rambla. Las voces del comandante, tratando de identificarse y hacer valer su autoridad, no surtieron efecto. Unas cuantas ráfagas adicionales lo convencieron de que lo más prudente era esperar el resto de la madrugada, inmovilizados y refugiados, cada uno en los parapetos que encontraron tras los primeros disparos. Al despuntar el día, el comandante consiguió finalmente identificarse ante sus subordinados, lo que les permitió reanudar la marcha hacia la Rambla, donde el Cortijillo permanecía sitiado. A partir de su llegada, el comandante desapareció de los registros históricos relacionados con la operación en curso. Aunque está claro que estaba al mando,29 no se han encontrado fuentes que aclaren su implicación más allá de su presencia en la Rambla y su espera en Cádiar. Esta falta de información impide conocer la magnitud de la responsabilidad de este personaje en los sucesos de la Rambla de Cástaras.
Durante toda la noche se produjeron intercambios esporádicos de disparos entre los guardias civiles y los guerrilleros, sin que la situación avanzara de manera decisiva. En un momento, una granada de mano lanzada por los defensores rebotó en el barrote de la cruz de una ventana y estalló dentro de la habitación, generando caos adicional entre los sitiados y posiblemente causando la muerte de alguno de ellos.
Al amanecer del 4 de julio, mientras el cerco sobre el Cortijillo se estrechaba, el párroco de Cástaras, presente en tantos momentos trascendentales para los castareños, subió a la torre para intentar atisbar lo que ocurría en la Rambla. Su preocupación por los acontecimientos era un reflejo de la inquietud que atenazaba en silencio a toda la población.
La llegada del comandante del Sector parece haber sido un factor decisivo para apremiar al teniente Sánchez Alcaide a resolver la situación estancada. En un acto que muchos considerarían arriesgado y audaz, tanto por los compañeros como por los mandos, el teniente, acompañado de los guardias Ramón Salguero Torres y Eduardo Barrero Hernández, subieron al «terrao»30 del Cortijillo bajo un intenso fuego proveniente del interior del edificio. Su objetivo era abrir un boquete en el techo para arrojar granadas y, de este modo, acribillar a los guerrilleros o forzarlos a rendirse. Sin embargo, no llegaron a completar su plan, ya que, conscientes de su situación desesperada, los guerrilleros restantes optaron por salir y entregarse.
Los guerrilleros sitiados parecían haberse estado preparando para tomar esta decisión, ya que pasaron parte de la noche destruyendo documentos comprometedores y los billetes de banco obtenidos en sus últimos atracos. A medida que salieron del Cortijillo, fueron detenidos y alineados junto a un montón de estiércol cercano al edificio. Todos, excepto Benito Fernández Rodríguez, conocido como «Estébanez», cuya inusual vestimenta —traje, corbata y zapatos— contrastaba notablemente con la actividad guerrillera y el atuendo habitual de los demás, que solían vestir pantalones de pana, chaquetas o camisas pardas, y alpargatas. «Estébanez» también fue detenido, pero fue conducido a un lugar apartado y puesto bajo estricta vigilancia.
La información sobre la detención de Benito Fernández Rodríguez nos llegó a través de un testimonio grabado en Canovellas en 2011, aunque el informante no pudo identificarlo específicamente. Esta detención no se conocía previamente, ya que no constaba en ninguna de las diligencias realizadas, ni en los informes de la Guardia Civil ni en la bibliografía habitual. Al parecer, la Guardia Civil se encargó de no difundirla. No obstante, en 1975, la noticia se deslizó en la obra de Aguado Sánchez, El maquis en España,31 aunque sin especificar la identidad del detenido. Años después, en 2013, el profesor Azuaga Rico, en su monumental obra Tiempo de lucha, también mencionó este arresto, que conoció en 1988 a través del informante de Órgiva, Juan Salguero Maldonado, guerrillero que tuvo relación con la compañía de «Polopero».32
El último en rendirse, que según algunas fuentes fue Nicolás Almendros, lanzó una granada al salir, aunque esta no llegó a explotar, cerrando así un episodio que marcó la derrota de la partida.
En el interior del Cortijillo, se incautaron diversas armas, entre las que se encontraban un fusil Máuser, un rifle, cinco escopetas de doble cañón, tres pistolas automáticas y un revólver, además de seis cartuchos de dinamita con mecha y una gran cantidad de munición. También se recogieron documentos y billetes de banco totalmente destrozados e inutilizables.
Teniente José Sánchez Alcaide y guardia segundo Eduardo Barrero Hernández
(Fuente: Historia de la Guardia Civil. Tomo 5, p. 335).
Terminadas las operaciones, ya pasado el mediodía, una numerosa comitiva partió de la Rambla con destino a Torvizcón. Estaba compuesta por los guardias civiles y los dos detenidos —Casimiro Ortega, el molinero, y Benito Fernández, «Estébanez»—, acompañados por una recua macabra de mulos y jumentos cargados con los cadáveres de los siete guerrilleros muertos. Una vez en Torvizcón, continuaron las diligencias: practicaron el reconocimiento de los cadáveres por Bernardo Díaz Moreno, Bernardino Fernández y Victoriano Alonso, víctimas de la partida en los días anteriores. Las autopsias, realizadas el 5 de julio por los médicos Francisco López Vílchez de Cástaras y Rafael Jiménez Martínez de Torvizcón, indicaron que la mayoría de los guerrilleros habían fallecido hacía unas 30 horas, salvo Nicolás Lorenzo (24 horas) y Manuel Rodríguez (20 horas). Este último, señalado como quien prestó declaración, presentaba una herida en el esternón con señales de cura de urgencia. Cuatro guerrilleros murieron por heridas craneales, sin especificar el tipo de arma causante salvo en el caso de Antonio González Díaz, que se señala que las heridas pudieron ser causadas por metralla. Antonio González Vázquez falleció por hemorragia sin concretar detalles. José Carmona no presentaba lesiones en la cabeza, pero tenía dos heridas torácicas, posiblemente de bala. Nicolás Almendros, además de una lesión craneal, presentaba otra en el tórax, probablemente de bala.33
Después, se procedió al entierro de los muertos en el cementerio de la localidad. Los cadáveres fueron sepultados en una fosa común de unos seis metros de ancho, dos de largo y uno cincuenta de altura. Los cuerpos se situaron uno al lado del otro, boca arriba, con la cabeza al norte y los pies al sur, comenzando de este a oeste: Antonio González Díaz, Benito Lozano Díaz, Nicolás Lorenzo Almendros, Manuel Rodríguez Rodríguez, Antonio González Vázquez, Francisco Oliveros Oliveros y José Sáez Carmona, estando la fosa situada a unos dos metros de distancia de la puerta de entrada, un metro a la izquierda, según se entra.
De Benito Fernández «Estébanez» no sabemos más hasta diez días después, el 15 de julio, cuando murió a consecuencia de los disparos de guardias civiles que habían montado un apostadero durante toda la noche en el camino de Pitres a Trevélez. Según la versión oficial, no atendió a la voz de alto y abrió fuego contra los agentes, quienes se vieron obligados a disparar, causándole la muerte.34
El papel de «Estébanez» en la partida de Serafín es una absoluta incógnita. No está claro por qué fue detenido en lugar de fusilado durante el enfrentamiento en la Rambla, ni por qué su nombre no figura en los informes y diligencias relacionadas. Los detalles de su participación permanecen oscuros y la ausencia de antecedentes en los registros oficiales plantea interrogantes sobre su verdadera implicación. En nuestra opinión, una posible explicación es que «Estébanez» fuera un infiltrado en las filas de la guerrilla controlado por la Guardia Civil. Una vez que dejó de ser útil para los intereses del Cuerpo, lo habrían eliminado, presentando su muerte como resultado de un enfrentamiento, una práctica común en la represión desplegada en aquellos años.
A Casimiro Ortega, el otro detenido, lo trasladaron al cuartel de Las Palmas en Granada. Allí, José García Martín lo recogió para llevarlo a su domicilio en el puente Espinosa, donde permaneció oculto mientras le organizaban un nuevo acomodo y una vida lejos de Cástaras y del entorno que había marcado su existencia hasta entonces. Esta información, que se hace pública ahora, demuestra la implicación tanto de Casimiro como de José García en el plan diseñado por la Guardia Civil para acabar con Serafín Lorenzo y su partida de guerrilleros.
Secuelas
La familia de Casimiro estuvo durante bastante tiempo sin saber nada de él. La Guardia Civil les advirtió de la posibilidad de represalias por parte de los camaradas de la guerrilla que seguían activos, recomendándoles no dormir en el cortijo. María Almendros y los hijos mayores continuaron gestionando el molino y la hacienda, pero con carencias y mucha precaución, subiendo cada noche para dormir en el pueblo.
Días después, uno de los hijos de Casimiro, vio a través de una rendija en la ventana de la habitación donde se escondía a un individuo desconocido con una escopeta al hombro merodeando por el cortijo. Esta aparición confirmaba a la familia que los temores de la Guardia Civil eran fundados.
Durante ese mismo período, los guardias civiles de Cástaras bajaron a la rambla para hacer estallar la granada lanzada por Nicolás, que no explotó. Tras varios intentos fallidos con disparos, finalmente formaron una hoguera alrededor hasta que lograron su estallido.
Discrepancias
En las diligencias urgentes relacionadas con la muerte de los siete guerrilleros, instruidas por el teniente Sánchez Alcaide, con el guardia Barroso como secretario, se informa que, al constituirse el juzgado, una vez que había cesado el fuego por parte de los maquis, y acceder al Cortijillo, encontraron la puerta destrozada, probablemente por los balazos y la metralla del fuego cruzado. Dentro hallaron seis cadáveres distribuidos por los cuartos del edificio y a un herido de gravedad, Manuel Rodríguez Rodríguez, conocido como «Manuel el de Bayarcas». Según consta en las diligencias, este último fue interrogado y proporcionó tanto los datos identificativos de los demás guerrilleros como otra información relevante.
En cambio, el relato del testigo presencial presenta una versión que difiere en aspectos fundamentales de la documentación oficial. Según este testimonio, aunque es posible que algunos miembros de la partida resultaran heridos en el Cortijillo, y no descarta que hubiera algún fallecido dentro, todos los que salieron, excepto «Estébanez», fueron fusilados en el lugar. Además, el testigo señaló que, antes de proceder, el jefe del pelotón preguntó a los detenidos si tenían algo que manifestar. Solo uno rompió el silencio y exclamó: «¡Viva la Agrupación Guerrillera de Granada! ¡Muera la Guardia Civil!». Un grito de desafío que quedó como su último acto de rebeldía.
En los relatos procedentes de diversas fuentes de la propia Guardia Civil se observan contradicciones que ponen en duda la veracidad de los mismos. Por ejemplo, en la reseña publicada por la revista Guardia Civil,35 se afirma que «el jefe del grupo dirigió la resistencia hasta que resultó muerto por un disparo de la fuerza, y al caer a tierra estalló una bomba que tenía en la mano, matando a dos de sus compañeros e hiriendo a otros dos, acordándose entonces por los restantes destruir los billetes robados y cuanto tuviesen de valor». Este jefe, identificado por la Guardia Civil como Antonio González Vázquez, presentaba, según la autopsia, el hombro derecho destrozado y murió a causa de una hemorragia subsecuente, pero no tenía ninguna herida de bala. En la diligencia de toma de declaración al herido superviviente, este manifestó que «por orden del jefe de los bandoleros y antes de morir, se había procedido a la destrucción de todos los efectos de valor que consigo llevaban y del dinero en billetes del Banco de España…», lo cual no coincide con lo informado en la revista. Es más, dudamos seriamente que se le pudiera tomar declaración a un herido en la región frontal izquierda, con destrucción del ojo, y en el esternón, que murió a causa de hemorragia cerebral. Otro aspecto contradictorio es que, mientras en la revista se menciona que el herido interrogado era Nicolás Almendros, en las diligencias se señala que se trataba de Manuel Rodríguez Rodríguez.
Por otro lado, los otros dos guerrilleros que llevaban muertos el mismo tiempo —treinta horas, según las autopsias— tenían únicamente heridas en la cabeza, lo cual resulta, cuando menos, llamativo. Según se afirma, habrían quedado heridos otros dos individuos, pero las lesiones mortales que presentaban tres de ellos eran exclusivamente craneales, atribuyéndose las causas de la muerte a lesiones cerebrales. Parece poco probable que se llevaran a cabo acciones como destruir efectos de valor, tal y como se sostiene en la revista. Además, el cuarto herido murió a causa de dos impactos de bala, sin presentar otras lesiones en su cuerpo.
Es igualmente extraño que, tras la explosión de varias granadas en un recinto cerrado ocupado por ocho personas, las heridas atribuibles a la metralla se limitaran exclusivamente a las cabezas, sin que ninguna otra parte del cuerpo resultara afectada. Según consta en las diligencias, a las primeras horas de la mañana del día 4 de julio se procedió «al asalto de la vivienda con bombas de mano hasta que cesó el fuego». De acuerdo con esta versión, debería haberse encontrado un mayor número de heridas compatibles con metralla en los cuerpos de los guerrilleros muertos. Bajo estas circunstancias, resulta prácticamente imposible que alguien saliera indemne, como fue el caso de Benito Fernández, lo cual incrementa las inconsistencias en las narrativas oficiales.
La ausencia de Serafín Lorenzo y la presencia de «Polopero»
A pesar de ser el jefe de la partida, no hay constancia de la presencia de Serafín Lorenzo en estos acontecimientos. De hecho, tampoco se ha registrado su intervención en ninguna acción como guerrillero, y la información disponible sobre su actividad como maquis es muy escasa. Incluso en las fichas de la Guardia Civil, donde es calificado como de mala conducta y peligroso, no se le atribuye participación específica en ningún acto delictivo. En la noche del 3 al 4 de julio, pernoctó, como solía hacer, en algún lugar distinto del Cortijillo, aunque no se sepa dónde.
Sin embargo, lo que resulta aún más significativo es que, según se descubrió más tarde, esa noche la Segunda Compañía de la Agrupación Guerrillera de Granada, encabezada por Francisco López Pérez, «Polopero», se encontraba en Cástaras al completo. Según las declaraciones de «Polopero», él y su grupo buscaron refugio en la casa de Rogelio Ramírez «Gorrita», que vivía en el Barrimedio de Cástaras con Carmen «la Pastora». Desde las ventanas de la casa, podían ver el resplandor y escuchar los disparos del enfrentamiento entre sus camaradas y la Guardia Civil. Resulta sorprendente, y plantea interrogantes, que ni Serafín ni «Polopero» acudieran en auxilio de sus camaradas, a pesar de estar tan cerca y ser plenamente conscientes del peligro y la agonía que estaban padeciendo en la Rambla.36
Impacto de la operación; éxito y fracaso
La operación de la Rambla fue considerada un éxito rotundo por la Guardia Civil. La revista oficial del Cuerpo publicó una reseña, algo que no era corriente en estos casos.37 Con inusitada rapidez, el 18 de agosto siguiente, se concedió al teniente Sánchez Alcaide la Cruz del Mérito Militar con distintivo blanco de primera clase, pensionada con el diez por ciento de su sueldo hasta su próximo ascenso. Asimismo, el 30 de julio, cuando no había pasado ni un mes desde que ocurrieron los hechos que se recompensaban, el guardia Eduardo Barredo Hernández recibió la Cruz de Plata del Mérito Militar, con distintivo blanco y una pensión de 12,50 pesetas mensuales. El guardia Ramón Salguero Torres fue ascendido a cabo el 6 de septiembre siguiente.38 Finalmente, la actuación en la Rambla del comandante Alonso Quesada figura anotada en su hoja de servicios como servicio especial por orden del director general de la Guardia Civil.
Por el contrario, para la Agrupación Guerrillera de Granada, los sucesos de la Rambla supusieron un golpe devastador, que redujo casi a la mitad los efectivos de la Segunda Compañía. Esta unidad, recién creada tras arduos esfuerzos y muchas dificultades a finales de 1946, ya atravesaba una crisis interna: el 18 de marzo, sus propios miembros habían ejecutado al jefe de la Agrupación, José Merediz Víctores «Tarbes», por convertirse en delator. Quedó al mando Francisco Rodríguez Sevilla hasta octubre de 1947. La matanza de la Rambla marcó el inicio del fin de la Agrupación Guerrillera de Granada, que durante ese verano perdió a 37 integrantes. Sin embargo, resurgiría de inmediato bajo el liderazgo de José Muñoz Lozano «Roberto».39.
La muerte de Serafín Lorenzo
Tras la matanza de la Rambla, con su grupo prácticamente desarticulado, Serafín Lorenzo continuó vinculado a la Segunda Compañía de la AGG, que trasladó su campo de operaciones al entorno de Motril. En este nuevo contexto, las tensiones internas, ya presentes entre distintos grupos de guerrilleros, se incrementaron por la pérdida de los siete compañeros de la Rambla, especialmente entre Serafín y «Polopero». Este último, insistía en permanecer en los cortijos de Los Tablones de Motril, una postura que Serafín consideraba arriesgada, aunque finalmente terminó aceptándola.
El Faro, 4 de agosto de 1947. Recortes de las páginas 1 y 4. (Cortesía de José María Azuaga Rico).
No había pasado todavía un mes desde la aciaga noche de la Rambla, cuando el 30 de julio de 1947, Serafín se encontraba refugiado en el cortijo de Pablo Martín «Paulo». A raíz de la detención de un paisano que, bajo presiones, delató la presencia de guerrilleros en ese lugar, la Guardia Civil, al mando del teniente Francisco Morales, de 29 años, que estaba al frente de la Línea de Varadero, se aproximó al cortijo. Morales, tras confirmar actividad en el interior, llamó a la puerta sin obtener respuesta y amenazó con incendiarlo si no abrían. Finalmente, Pablo Martín accedió, pero cuando Morales entró alumbrando con una linterna, fue alcanzado por un disparo que lo hirió mortalmente. Según el testimonio de un guardia presente, fue Pablo Martín quien efectuó el disparo. Sin embargo, la prensa de la época lo atribuyó a Serafín Lorenzo, afirmando que el teniente, ya herido, alcanzó a disparar a Serafín, causándole la muerte.
Mundo Obrero, 21 de agosto de 1947, p. 3.
(Archivo Histórico del Partido Comunista de España. Universidad Complutense de Madrid).
En otro cortijo cercano, varios guerrilleros, entre los que podría estar «Polopero», escucharon los disparos y salieron en defensa de sus camaradas, pero al comprobar que no habían escapado, emprendieron el camino de la Alpujarra, buscando un lugar más remoto, más escondido y más seguro.
La muerte del teniente Morales, ocurrida al día siguiente en el Hospital Militar de Granada, provocó una brutal represalia, que resultó en la detención, tortura y ejecución de once personas en la carretera de Motril a Gualchos. Pero esa es otra historia.
Recortes de las páginas primera y segunda de IDEAL del 1 de agosto de 1947, con la noticia de la muerte del teniente Morales y de Serafín Lorenzo, mencionando también el suceso de La Rambla en el que resultaron muertos siete integrantes del grupo de Serafín.(Cortesía de la Sección de Documentación de IDEAL).
Explotación del éxito, eliminación de colaboradores
A pesar del rotundo éxito de la operación en el Cortijillo de la Rambla, la Guardia Civil no quedó totalmente satisfecha y tenía la intención de explotar el resultado «dando un ejemplo en la demarcación del Sector» Interprovincial de Ugíjar. Este «ejemplo» consistía, al parecer, en eliminar a personas que hubieran colaborado o prestado ayuda a las partidas de maquis, en este caso, a la de Serafín Lorenzo.
Leonor y Ángel Almendros Rodríguez. (Cortesía de Ángel Juaárez).
Según se señala en el libro Mi pueblo y mis raíces de Leonor Almendros Rodríguez, el cabo del destacamento de Cástaras, Francisco Ruiz Sánchez-López, habría recibido la orden de eliminar a varias personas que encajaban en el perfil de colaboradoras del maquis en tareas de apoyo logístico y comunicación, es decir, las que, en una acertada fórmula, se han venido denominando «guerrilleros del llano». Leonor Almendros, quien, como se ha mencionado anteriormente, mantenía relaciones de noviazgo con el cabo Ruiz desde hacía tres años, concreta el número de estas personas en seis, que incluían a su hermano Ángel Almendros Rodríguez y a su cuñado Antonio Martín Ortiz,40 conocido como «Antonio el Cortijero». Por nuestra parte, podemos añadir, según el desenlace de los acontecimientos, a Juan Salas Montoro y a Serafín Almendros Ruiz. De los otros dos nombres, que deberían completar el grupo de seis supuestos colaboradores señalados por Leonor, no hay rastro ni en fuentes orales ni escritas. Podría tratarse de una laguna o inexactitud en la memoria de la autora, quien, escribiendo pasados muchos años, pudo haber sobrestimado el número de personas incluidas en la orden que recibió el cabo Ruiz.
Miguel Fernández Rodríguez.
(Cortesía de Emilia Fernández Periz).
En una nota informativa fechada el 14 de agosto de 1947, enviada desde el Sector de Ugíjar al Servicio de Información de la Guardia Civil, que reproducimos en apéndice 2, se informa sobre la colaboración de Serafín Almendros con el maquis y se señala que el comandante del puesto de Cástaras había expresado su preocupación al enterarse de que el párroco de El Fargue, que visitaba con frecuencia la Capitanía General de Granada, había buscado información sobre el paradero de ciertos detenidos relacionados con la guerrilla en la zona y en concreto sobre el «C» que ayudó a capturar la partida de la Rambla.
Serafín Almendros Ruiz, supuestamente incluido en la orden recibida por el cabo Ruiz para eliminar colaboradores del maquis, resultó muerto al día siguiente de la fecha de la nota, en un encuentro con la Guardia Civil de Ugíjar, según informes oficiales. El párroco de El Fargue era Miguel Fernández Rodríguez, natural de Nieles, capellán castrense y primo de Elisa Rodríguez Fernández, que era la esposa de Serafín. Aprovechando su condición militar, parece que estuvo informándose sobre varios casos de los guerrilleros de Cástaras, conducta que resulta extraña e intenciones que han quedado incógnitas. Con «el “C” que nos sirvió para la captura de la partida en la Rambla de Cástaras», el redactor de la nota se refería con seguridad a un confidente o colaborador de la Guardia Civil. Nosotros lo identificamos como Casimiro Ortega, el molinero, detenido en los sucesos en la Rambla y en ese momento oculto en la vivienda de José García, como ya se ha señalado.
Ante las reticencias mostradas por el cabo Ruiz para ejecutar las órdenes que le habían transmitido, la Guardia Civil de Ugíjar, donde se encontraba la cabecera del Sector, se habría encargado de Serafín Almendros, mientras que al cabo Ruiz se le habría asignado únicamente la misión relativa a Juan Salas. Por su parte, Ángel Almendros y Antonio Martín se habrían evadido, alertados por el aviso del cabo Ruiz.
La delación del cabo Ruiz que propició el efugio de Ángel Almendros y Antonio «el Cortijero», tuvo serias consecuencias y casi le cuesta la vida. Fue gracias a la intervención de un tío suyo, que era capitán de la Guardia Civil, lo que evitó represalias mayores. No obstante, lo trasladaron a un servicio permanente en la sierra, que entrañaba mayor peligro, y más tarde a Barcelona. Lejos del pueblo, terminó poniendo fin a la relación que había mantenido con Leonor.41
La muerte de Serafín Almendros
Serafín Almendros Ruiz, nacido el 25 de enero de 1905, casado con Elisa Rodríguez Fernández y padre de cuatro hijos pequeños (tres niñas y un niño), residía en el Cortijillo de Arriba de la Rambla de Cástaras. Allí colaboraba con la partida de guerrilleros liderada por Serafín Lorenzo. Fue muerto por la Guardia Civil el 15 de agosto de 1947 en la Rambla Seca, término municipal de Ugíjar. En las diligencias urgentes instruidas tras su muerte por el teniente de la Guardia Civil Serafín López Díaz, jefe de la Línea de Ugíjar, se le acusó de colaborar activamente con los guerrilleros, facilitando información y apoyo logístico, y de tener «pésimos antecedentes».
Serafín Almendros Ruiz.
(Adaptada por cortesía de Conchi Barbero).
Según el relato proporcionado por el sargento López Díaz, comandante del puesto de Ugíjar, se organizó un dispositivo de apostadero como respuesta a una fuga ocurrida en el puesto de Cádiar el día anterior. En su declaración, el sargento afirmó:
«Sobre las dos horas de dicho día [15 de agosto], vio venir en dirección de la parte de Cádiar a un individuo a paso forzado, lo cual le infundió sospechas. Cuando se hallaba a la distancia conveniente, se le dio repetidas veces la voz de “¡Alto a la Guardia Civil!”, y lejos de obedecer, emprendió veloz carrera, por lo que, haciendo uso de las armas propias, se le hicieron varios disparos, a consecuencia de los cuales resultó muerto.»42
La identificación posterior, realizada por los guardias Antonio Civantos y Fernando Jiménez, confirmó que se trataba de Serafín Almendros, a quien habían interrogado el 4 de julio de ese mismo año, tras la operación en la Rambla.
El informe de la autopsia realizada por los doctores Rafael Ansaldo Raja, titular de Ugíjar y Antonio Vera Coll, forense en funciones, dice que el cadáver presentaba ocho orificios de entrada de bala en la cara, cuello y frente, y once orificios más de entrada en la espalda, brazo y cadera derechos, además de las aberturas de salida cuyos detalles se omiten por su crudeza. La causa de la muerte se estableció como producida por heridas de arma de fuego. Resulta sorprendente la cantidad de impactos, tratándose de un encuentro fortuito, lo cual genera perplejidad e incluso cuestiona la versión de los hechos proporcionada por el sargento y los cuatro guardias intervinientes.
Al cadáver de Serafín Almendros se le dio sepultura en el cementerio civil de Ugíjar en una fosa situada a 5,9 m de la pared norte, 5,70 de la de poniente, 1,8 de la de levante y 1 m del sur.
Entre sus pertenencias, solo se encontró una cartera con ciento cuarenta y dos pesetas, que fueron ingresadas en las arcas públicas en la cuenta de Recursos Eventuales del Tesoro, en la Delegación de Hacienda de Granada, diez años después, el 21 de marzo de 1957.
Fuentes orales no contrastadas sugieren que a Serafín le recomendaron abandonar la zona, pero él decidió permanecer en el pueblo y buscar apoyo del cura de El Fargue. Según estas mismas fuentes, fue detenido por la Guardia Civil en la estación de autobuses de Granada, donde habría acudido en busca de ayuda, extremo que tampoco se ha podido contrastar.
La versión oficial sostiene que Serafín fue abatido mientras intentaba escapar de un control. Sin embargo, los hechos parecen ajustarse mejor a lo señalado en la nota informativa del jefe del Sector de Ugíjar, que mencionaba la conveniencia de «dar un ejemplo en la demarcación del Sector». Esto sugiere que su muerte formó parte de las seis ejecuciones anunciadas por el cabo Ruiz a Leonor Almendros. En este contexto, el relato oficial podría interpretarse como un intento de encubrir lo que, en realidad, habría sido una ejecución extrajudicial cuidadosamente planificada, estrategia represiva destinada a infundir miedo en la población.
La muerte de Juan Salas
El mismo día 15 de agosto, Juan Salas Montoro, considerado también colaborador de los guerrilleros, fue muerto en el paraje conocido como Alberca Anegada, cerca de la Casería de Mercado, en el término municipal de Almegíjar.43 Según las diligencias instruidas por el mismo teniente que redactó el día anterior las de Serafín Almendros, una patrulla encabezada por el cabo Francisco Ruiz Sánchez-López, junto con los guardias segundos Marcelino Morón y Antonio Martín, montó un apostadero en la zona tras recibir informes confidenciales que alertaban sobre posibles encuentros entre paisanos de Cástaras y la guerrilla. Aproximadamente a las cuatro de la madrugada, avistaron a un grupo de hombres que se dirigían hacia la Casería del Mercado. Ante la orden de alto, el grupo habría respondido con disparos, lo que desencadenó un intercambio de fuego. Juan Salas resultó muerto en el acto, mientras los demás guerrilleros habrían logrado escapar hacia la sierra de Juviles.44
Juan Salas Montoro.
(Cortesía de Vicenta Lupiáñez).
La autopsia realizada por los doctores Francisco López Vilches y Rafael Méndez Martínez determinó que Juan Salas recibió tres disparos en el costado derecho que atravesaron su cuerpo, lo que sugiere que fue alcanzado mientras avanzaba perpendicularmente al apostadero. Este detalle contradice el informe en diligencias, que menciona un tiroteo, y plantea la posibilidad de que los guardias civiles dispararan de manera coordinada, sin que mediara una amenaza directa.
Salas, nacido el 9 de abril de 1888, había sido procesado por el homicidio de Roque Almendros y, tras ser condenado con circunstancias atenuantes en 1935, cumplió una pena de prisión. Era considerado por la Guardia Civil un individuo peligroso. Las circunstancias de su muerte, con tres disparos coincidentes y la ausencia de objetos personales o dinero entre sus pertenencias, sugieren una ejecución extrajudicial más que un enfrentamiento armado. Es posible que la Guardia Civil buscara «dar un ejemplo en la demarcación», al igual que en el caso de Serafín Almendros, en una práctica habitual durante la represión del maquis.45
Juan Salas fue enterrado en el cementerio de Almegíjar, en una fosa ubicada junto a la tapia sur del cementerio.46
Julián Lasierra Luis, hacia 1935.
(Fuente: Historia de la Guardia Civil. Tomo 5, p. 319).
Nueva vida
Casimiro Ortega permaneció oculto en la casa de José García Martín mientras se organizaba su salida definitiva de Cástaras. Esta tarea fue asumida personalmente por el general Julián Lasierra, jefe de la 1.ª Zona de la Guardia Civil desde febrero de 1947, que le gestionó un empleo en La Garriga, con la pujante familia Durall-Pujol, de sólida raigambre en Cataluña. Mientras tanto, Federico, hermano de Casimiro, liquidó las propiedades familiares. En 1948, cuando ya se había asentado en su nueva colocación, el resto de la familia emigró para reunirse con él. Lasierra continuó protegiéndolos durante mucho tiempo, garantizando que permanecieran al margen de posibles amenazas o de represalias.
José García Martín continuó con la explotación del molino hasta su fallecimiento en 1961. Poco después, sus herederos vendieron la propiedad. Con el paso del tiempo, el molino dejó de ser rentable y, tras pasar por varias manos, acabó en ruinas. El cortijo y el Cortijillo siguen habitados en la actualidad.
Ángel y Antonio reaparecieron cuando consideraron que había pasado el peligro y continuaron su día a día sin sobresaltos conocidos.
El cabo Ruiz continuó su carrera en la Guardia Civil, sirviendo en varias comandancias fuera de Granada. En 1953 ascendió a sargento, y ya como subteniente, en 1964 solicitó un destino civil en la administración del Estado. Se casó y formó una familia lejos de su tierra natal. En Cástaras quedaron, además del recuerdo vivo de Leonor Almendros, los restos mortales de su madre, doña Catalina Sánchez Ortega, que lo acompañó y cuidó hasta que falleció en agosto de 1947, a los setenta años de edad.
A Cástaras destinaron un nuevo cabo para ocupar la vacante dejada por Ruiz, cuyo nombre era Lorenzo Ferrer. También hubo cambios entre algunos guardias. Uno de ellos, Correa, llegó con su familia procedente de Alamedilla el 15 de agosto. Al enterarse de que su destino era Cástaras, sus compañeros le dijeron: «Pero Correa, ¿tú sabes dónde te vas a meter?», conocedores de los terribles sucesos recientes y del peligro que supusieron. El destacamento permaneció en Cástaras a pesar de las malas condiciones en las que vivían los guardias y sus familias, mientras la superioridad lo consideró conveniente para el control del territorio. En el verano de 1955, cuando el movimiento guerrillero estaba prácticamente liquidado, se suprimió y los servicios que tenía encomendados fueron asumidos por los puestos de Torvizcón y Cádiar.
La vida continuó…
Conclusión
Los sucesos del Cortijillo de la Rambla en julio de 1947 representan el episodio más trágico en la historia reciente de Cástaras, al tiempo que ilustran las complejas dinámicas de la represión dictatorial y la resistencia guerrillera durante la posguerra. El enfrentamiento entre el maquis y la Guardia Civil, lejos de ser una simple confrontación armada, se inscribe en un contexto más amplio de lucha ideológica, tensiones sociales y polarización política, del que surgieron tanto actos de heroísmo sublime como episodios de vileza, traición y abyecta cobardía, muestra de la cara más oscura de la naturaleza humana. Estos aspectos añadieron una dimensión aún más intrincada al conflicto, dejando una huella difícil de borrar en las comunidades involucradas.
A través del análisis de fuentes documentales y testimonios orales, este trabajo ha puesto de manifiesto las contradicciones en las versiones oficiales, permitiendo reconstruir, aunque de forma parcial, los eventos de aquellos días. Las ejecuciones extrajudiciales, el uso estratégico de la violencia, y la presión sobre la población fueron pilares de la política represiva del régimen, dejando traumas que aún persisten en la memoria colectiva de Cástaras y su entorno.
Por otra parte, la figura de Serafín Lorenzo y su grupo de guerrilleros simboliza a aquellos hombres que, arrastrados por la corriente del «río que nos lleva», buscaron refugio en la sierra y optaron, pese a la adversidad, por enfrentarse al poder. Al mismo tiempo, su historia refleja las divisiones internas y los dilemas éticos que afectaron a la guerrilla en su lucha por la supervivencia.
La matanza de la Rambla recuerda la importancia de recuperar y preservar la memoria de quienes vivieron y padecieron estos hechos. Solo a través de un ejercicio crítico es posible comprender los matices de este período y reconocer a los actores de un conflicto que, aunque concluido hace décadas, sigue siendo parte fundamental de la identidad de Cástaras. Es una historia que no se debe olvidar.
Apéndice 1.- Diligencia de la forma en que ocurrió el hecho
Extracto de la causa 663/47 instruida con motivo de la muerte de los siete guerrilleros en la Rambla:
«En el cortijo del molino Rambla de Cástaras a los cuatro días del mes de junio de mil novecientos cuarenta y siete.
Encontrándose la fuerza de los Puestos enclavados en la demarcación de la séptima Compañía, practicando gestiones con motivo del secuestro-atraco cometido en el Cortijo Loma de los Pinos el día 30 del pasado mes de junio y del secuestro del vecino de Bubión antes citado, y el día dos del presente mes, al llegar la fuerza que mandaba el Teniente Jefe de Línea de Lanjarón al cortijo molino de la Rambla y proceder a su reconocimiento sobre las veintidós horas del día tres del presente, fueron sorprendidos por fuego que desde el interior de una vivienda deshabitada y aislada se encuentra a unos cien metros, repeliendo la agresión y cercando inmediatamente la citada vivienda para impedir la fuga de los que en tal forma procedían, intimidándolos a que se entregaran, contestando con nutrido fuego que duró durante toda la noche, ordenando el Oficial mencionado a las primeras horas de la mañana del día cuatro que se procediera al asalto de la vivienda con bombas de mano hasta que cesó el fuego de los que en el interior se encontraban y con todas las precauciones debidas se entró en su interior, encontrándose los seis cadáveres y el herido que en diligencia anterior se mencionan, encontrándose, armas, municiones y efectos que en el inventario que se une se detalla.
Y para que conste se pone por diligencia que firma conmigo el Secretario que certifico.»
Apéndice 2.- Nota informativa
Nota informativa reservada del Jefe del Sector de Ugíjar al Servicio de Información de la Guardia Civil, de fecha 14 de agosto de 1947. (Copia proporcionada por José Aurelio Romero Navas).
Apéndice 3.- Miembros de la partida de Serafín Lorenzo tras su integración en la Segunda Compañía del «Polopero». Datos biográficos
Benito Fernández Rodríguez («Estébanes»)
Natural de Órgiva, se unió a la resistencia en la sierra a finales de febrero de 1945, inicialmente como parte del grupo de «Rabaneo». Posteriormente, en junio de 1947, se integró en la Agrupación Guerrillera de Granada. Era hermano de otro guerrillero, Antonio, alias «Braguetas», y cuñado de Luis Tovar Maldonado, alias «Mantecas». Fue detenido en el cortijo de la Rambla de Cástaras tras el encuentro en el que murieron el resto de sus compañeros. Días después, la Guardia Civil lo ejecutó el 15 de julio de 1947 en la Hoya del Carpintero, situada en el término municipal de Pórtugos, localidad en cuyo cementerio fue enterrado. Fuentes: ACGG, Causa 704/47; Romero Navas (2004: 128); Rodríguez Padilla (2010: 119); Jiménez Cubero (2018: 193); Azuaga Rico (2013: 425).
Antonio González Díaz («el de la Luque» / «el de la Haza del Lino»)
Nacido en Polopos el 5 de julio de 1920, hijo de Juan y Guadalupe. Se incorporó a la Segunda Compañía de la Agrupación Guerrillera de Granada en octubre de 1946, procedente del grupo liderado por Ramón Rodríguez, alias «Rabaneo», en el que había militado previamente. Murió a manos de la Guardia Civil junto a otros seis compañeros el 4 de julio de 1947 en Cástaras. Los cuerpos fueron enterrados en una fosa común en el cementerio de Torvizcón y la defunción quedó registrada en el Registro Civil de este municipio. Fuentes: ACGG, causa 663/47, leg. 522; Romero Navas (2004: 168); Rodríguez Padilla (2010: 134); Jiménez Cubero (2018: 223); Azuaga Rico (2013: 376, 424, 1018); Registro Civil de Polopos, tomo 25, página 52.
Antonio González Vázquez («el Bota»)
Natural de Órgiva, nacido en 1915. Se unió a la Segunda Compañía de la Agrupación Guerrillera de Granada en junio de 1947.47 Anteriormente había sido jefe de una partida durante un tiempo, y murió junto a otros seis compañeros el 4 de julio de 1947, en el cortijo de la Rambla, en el término de Cástaras. Fue enterrado en una fosa común del cementerio de Torvizcón, junto a seis compañeros, y la defunción consta su en el Registro Civil correspondiente. Fuentes: ACGG, causa 663/47, leg. 522; Romero Navas (2004: 174-175); Rodríguez Padilla (2010: 136); Jiménez Cubero (2018: 226).
Nicolás Lorenzo Almendros («el Sobrino de Serafín»)
Natural de Cástaras, nació el 6 de marzo de 1930. Soltero y jornalero. No han trascendido los motivos de su marcha a la sierra, pudo influir su parentesco con Serafín Lorenzo, del que era sobrino. Se unió a la Segunda Compañía de la Agrupación Guerrillera de Granada en junio de 1947. Fue abatido por la Guardia Civil en su localidad natal en julio del mismo año. Su cuerpo descansa en una fosa común del cementerio de Torvizcón junto a los de seis compañeros y la defunción está asentada en el Registro Civil de dicho municipio. Fuentes: ACGG, causa 663/47, leg. 522; Romero Navas (2004: 218); Rodríguez Padilla (2010: 150); Jiménez Cubero (2018: 256); Registro Civil de Cástaras.
Serafín Lorenzo de Cara («Serafín el de Cástaras»)
Nacido en Cástaras el 8 de marzo de 1905, hijo de Isidro y Josefa. Fue jornalero y presidente de la UGT local antes de la guerra. Tío paterno de Nicolás Lorenzo Almendros, se desconoce la fecha exacta de su marcha a la sierra. Se unió a la Segunda Compañía de la Agrupación Guerrillera de Granada en enero de 1947, como jefe de la partida que llevaba su nombre. Tras la aniquilación de su partida, ocurrida el 3-4 de julio de 1947 en la Rambla de Cástaras, la Guardia Civil lo mató junto a Francisco Frías la noche del 30 de julio de 1947, en el cortijo de Pablo Martín, en Los Tablones de Motril (Granada). Fue sepultado en el cementerio de Motril tras ser paseado por el pueblo a lomos de una caballería. Fuentes: CEHGG: Nota informativa de 20 de septiembre de 1954; Romero Navas (2004: 219); Rodríguez Padilla (2010: 150); Jiménez Cubero (2018: 256); Azuaga Rico (2013: 428); Registro Civil de Cástaras.
Benito Lozano Díaz («Lozano de Lanjarón»)
Natural de Lanjarón, nacido el 2 de febrero de 1913, hijo de Francisco y Ángeles. Ingresó en la 2.ª Compañía de la Agrupación Guerrillera de Granada el 4 julio de 1947. Murió en enfrentamiento con la Guardia Civil junto a otros seis compañeros en la Rambla de Cástaras. Su cuerpo fue sepultado en una fosa común del cementerio de Torvizcón y la defunción consta en el Registro Civil de dicha localidad. Fuentes: ACGG: Causa 663/47; Romero Navas (2004: 220); Rodríguez Padilla (2010: 176); Jiménez Cubero (2018: 304); Azuaga Rico (2013: 428); Registro Civil de Lanjarón, folio 74, n.º 9.
Francisco Oliveros Oliveros («Matagallos»)
Pariente de Manuel Oliveros Arenas, nació en Almegíjar en 1919 y residía en Órgiva. Soltero y pescador, se refugió en la sierra a principios de 1945 tras ser descubierto como enlace. En febrero de 1947, se unió a la Segunda Compañía de la Agrupación Guerrillera de Granada. Murió junto a otros seis compañeros el 4 de julio de 1947 en la Rambla de Cástaras. Fue enterrado en una fosa común del cementerio de Torvizcón, localidad en cuyo Registro Civil está inscrita su defunción. Fuentes: ACGG: Causa 663/47, leg. 522; Romero Navas (2004: 299); Rodríguez Padilla (2010: 176); Jiménez Cubero (2018: 304).
Manuel Rodríguez Rodríguez («Manuel el de las Bayarcas»)
Natural y vecino de Bayacas, una pedanía de Órgiva, nació en 1922, hijo de Manuel y Loreto, trabajador del campo. Se refugió en la sierra alrededor de 1943, primero uniéndose al grupo de los hermanos Luque y más tarde, a finales de 1946, a la Segunda Compañía de la Agrupación Guerrillera de Granada. Falleció en un enfrentamiento con la Guardia Civil el 4 de julio de 1947 en la Rambla de Cástaras. Fue enterrado junto a seis compañeros en una fosa común del cementerio de Torvizcón. Su defunción está inscrita en el Registro Civil de esta misma localidad. Fuentes: ACGG: Causa 663/47, leg. 522; Romero Navas (2004: 335); Rodríguez Padilla (2010: 190); Jiménez Cubero (2018: 331).
Nacido en 1912 en Almegíjar y vecino de Órgiva, hijo de José y Carmen, casado. Campesino, afiliado al PSOE antes de la guerra. Formó parte de la Segunda Compañía de la Agrupación Guerrillera de Granada entre enero y julio de 1947. La Guardia Civil lo abatió junto a otros seis guerrilleros en la Rambla de Cástaras el 4 de julio de 1947. Fue enterrado en una fosa común del cementerio de Torvizcón, junto a sus compañeros caídos en el mismo enfrentamiento. Su defunción está inscrita en el Registro Civil de esta localidad. Fuentes: ACGG: Causa 663/47; Romero Navas (2004: 360); Rodríguez Padilla (2010: 197); Jiménez Cubero (2018: 346).
Apéndice 4.- Guerrilleros de la partida de Serafín Lorenzo muertos en la Rambla de Cástaras. Resultados de las autopsias y causa de las muertes
Herida contusa en pómulo derecho. Herida en región occipital. Ambas producidas probablemente por metralla
Heridas en la cabeza
Benito Lozano Díaz
32
-
Asténica
30
Heridas en la región mastoidea y en la región frontal
Destrucción de masa cerebral y hemorragia
Nicolás Lorenzo Almendros
18
-
Débil
24
Herida contusa en pómulo izquierdo, región mastoidea completamente destrozada, y herida a nivel de la cuarta costilla derecha con salida por la espalda
Lesión cerebral
Manuel Rodríguez Rodríguez
25
1,7
Débil
20
Herida en región frontal izquierda con destrucción del ojo. Herida contusa en mango del esternón con signos de cura de urgencia
Hemorragia cerebral
Antonio González Vázquez
35
1,6
Fuerte
30
Destrucción del hombro derecho y paquete vasculo-nervioso del mismo lado
Hemorragia
Francisco Oliveros Oliveros
25
-
-
24
Herida en la región fronto-parietal derecha
Lesión de centros cerebrales y hemorragias
José Sáez Carmona
35
1,55
-
30
Dos heridas de arma de fuego, probablemente bala, una en epigastrio y otra en tórax a nivel de la tercera costilla derecha, ambas con salida por la espalda
Hemorragia interna
Apéndice 5: Relato de los hechos en la revista oficial de la Guardia Civil. Extracto:
«Importantísimo servicio de la 136 Comandancia: Es exterminada una partida de siete bandoleros». Guardia Civil, revista oficial del cuerpo. N.º 40, agosto de 1947, p. 61.
«A raíz de los atracos cometidos en diversos puntos de la provincia de Granada y concretamente en el cortijo denominado ‘Loma del Pino’, del término de Torvizcón, así como otros en los de Órgiva y Cástara, fuerzas de la 136 Comandancia bajo el mando directo del Comandante Jefe del sector interlímite con Almería y el Teniente Comandante de la 7ª Compañía, lograron cercar primero y batir después al grupo compuesto por siete bandoleros que habían secuestrado a dos vecinos del pueblo de Bubión.
Localizados los bandoleros en el lugar conocido por ‘Barranco de la Sangre’, por fuerzas del Puesto de Capileira, con la que sostuvieron tiroteos, merced a las diligencias practicadas se averiguó que los huidos se habían refugiado, haciéndose fuertes, en el cortijo de ‘La Rambla’ del término de Cástaras.
Previamente colocadas las fuerzas en los lugares estratégicos, el Teniente Comandante de la 7ª Compañía se subió al tejado de la casa, acompañado de los guardias Ramón Salguero Torres y Eduardo Barrero Hernández, y arrojaron bombas de mano, al propio tiempo que contestaban con disparos de fusil a los que desde el interior del cortijo hacían los bandoleros. Después de varias horas de lucha, lograron dominarles y fueron hallados en el interior los cadáveres de seis de los bandidos, así como otro de ellos gravemente herido. Fueron recogidas numerosas armas, entre ellas, un fusil mauser, un rifle, cinco escopetas de dos cañones, tres pistolas automáticas, un revólver, seis cartuchos de dinamita con mecha y abundante munición, así como documentación y billetes de Banco destrozados.
Identificados los cadáveres merced a la declaración del herido, resultaron ser los de Antonio González Vázquez, jefe de la partida; Francisco Oliveros Oliveros (a) Matagallos; un tal José que era natural de Almejíjar; Benito Lozano Díaz, Manuel Rodríguez Rodríguez, Antonio González Díaz. El herido, llamado Nicolás Lorenzo Almendro, confirmó que después del atraco al cortijo de ‘Loma del Pino’ secuestraron a dos personas en Bubión, teniendo que ponerlas en libertad al ser sorprendidos por la Guardia Civil.
Parapetados en el cortijo, el jefe del grupo dirigió la resistencia hasta que resultó muerto por un disparo de la fuerza, y al caer a tierra estalló una bomba que tenía en la mano, matando a dos de sus compañeros e hiriendo a otros dos, acordándose entonces por los restantes destruir los billetes robados y cuanto tuviesen de valor.
Al ser trasladado el herido, su estado era tan grave que falleció poco después.
Los siete bandoleros muertos son autores de numerosos delitos cometidos en la provincia de Granada y últimamente de los atracos a un vecino de Órgiva, al que robaron cincuenta mil pesetas, siete mil trescientas a otro y veinte mil en el citado cortijo de ‘Loma del Pino’».
Apéndice 6: Relatos en documentos oficiales de la Guardia Civil
Extracto 1:
El siguiente extracto forma parte del documento Reseña General del Problema de Bandolerismo en España después de la Guerra de Liberación y su anexo Relación de los servicios más destacados de bandolerismo realizados por la fuerza del cuerpo, fechado el 23 de julio de 1957 y firmado por el coronel Eulogio Limia. Este documento se encuentra en el Archivo Histórico del Partido Comunista en la Universidad Complutense de Madrid. A continuación, se reproduce el relato de los hechos ocurridos en la Rambla de Cástaras, tal y como aparece en la página 40 del anexo:
«Comandancia de Granada.- El 3 de julio, fue localizada una partida de siete bandoleros en el cortijo ‘Rambla de Cástaras’, del término de Cástaras. Dispuesto el servicio de forma que impidiese todo intento de huida, el teniente que mandaba la fuerza subiéndose al tejado en unión de dos guardias consiguió reducirles después de intenso tiroteo por ambas partes dar muerte a los siete bandoleros, recogiéndoseles un fusil, un rifle, cinco escopetas, varias armas cortas, municiones, dinamita, dinero, documentación y propaganda.
Recompensas: Fue concedida Cruz del Mérito Militar, pensionada con 12’50 a un Cabo y un Guardia y ascenso en la escala a otro.»
Extracto 2:
El siguiente extracto forma parte del documento Memoria de la Comandancia de la Guardia Civil de Granada, del archivo del Servicio de Estudios Históricos de la Guardia Civil. A continuación, se reproduce el relato de los hechos ocurridos en la Rambla, término de Cástaras, tal y como aparece en las páginas 47 y 48:
«A las 22 horas del día 3 de julio fue localizada en el Cortijo 'Los Garcías' y de la Rambla, término de Cástaras (Granada), sosteniéndose un prolongado tiroteo por ambas partes y dando muerte a seis de ellos y herido gravemente el séptimo. Resultaron muertos los bandoleros Antonio González Vázquez, jefe de la partida, Francisco Oliveros Oliveros (a) 'Matagallos', un tal José de Almegíjar, Benito Lozano, Manuel Rodríguez, Antonio González y Nicolás Lorenzo, interviniéndoles un fusil mauser, un rifle, cinco escopetas, tres pistolas, un revólver, seis cartuchos de dinamita, abundantes municiones, propaganda marxista, trozos de billetes del Banco destruidos y otros efectos.»
Extracto 3:
El siguiente extracto forma parte de la hoja de servicios de Eduardo Alonso Quesada del archivo del Servicio de Estudios Históricos de la Guardia Civil:
«[...]Según relación de servicios especiales de persecución de bandoleros que se une a continuación, aprobados por S. E. el Director General del Cuerpo co escrito n.º 6121 de E. M. de fecha 22 de Diciembre marginal [1947] a fin de su anotación en esta 7.ª Subdivisión, aparece que este comandante ha realizado los siguientes. Sobre las 22 horas del día 3 de Julio último y como resultado de sagaces investigaciones fueron localizados en el cortijo denominado "Los Garcías" y "La Rambla" termino de Castaras, una partida de 7 bandoleros y establecidos los servicios convenientes y despues de duro tiroteo, así como con bombas de mano por ambas partes, se consiguió dar muerte a seis de ellos y herir gravemente al último, el cual manifestó antes de fallecer los nombres de los componentes de la citada partida, incluso el jefe de la misma, interviniéndoles un fusil mauser, un rifle, seis escopetas, tres pistolas, un revólver, seis cartuchos de dinamita, abundante municiones, propaganda comunista y trozos de billetes del Banco de España destruidos por ellos, los que habían sido autores de numerosos atracos y secuestros. [... continúa otro servicio destacado]»
Apéndice 7: Relato sobre las actividades de Francisco López Pérez «Polopero»
El siguiente extracto forma parte del libro El Maquis en España: Su Historia de Francisco Aguado Sánchez, publicado por Librería Editorial San Martín en 1975, pp. 584-585. A continuación, se reproduce el relato de las actividades del grupo dirigido por «Polopero» en 1947, tal y como aparece en la obra mencionada:
«Quien desde luego experimenta los mayores desastres en 1947, es el ‘Polopero’. Con su denominada 2.ª Compañía, articulada en cuatro grupos, y un total de 37 forajidos (aunque algunos de ellos, como el grupo del ‘Bonilla’ —del que a continuación hablaremos— actuaba en Almería), se siente fuerte para hacer frente a cualquier eventualidad. ‘Polopero’ inicia sus fechorías nada más hacerse cargo del mando en diciembre de 1946, con la comisión de dos secuestros en los que obtiene cerca de 80.000 pesetas.
Sus vandalismos fueron muy persistentes. Pero el 3 de junio50 (1947), a raíz de diversos atracos cometidos en una reducida zona, se les localiza en el cortijo de la Loma del Pino, del término de Torvizcón. También se constatan rastros de su paso por otros puntos de Órgiva y Cástaras. Localizados por fin en el barranco la Sangre, del término de Capileira, se llega al tiroteo. Momentáneamente consiguen escapar. Sin embargo, se les sigue hábilmente la pista, hasta llegar al cortijo la Rambla, en las cercanías de Cástaras, donde la partida se hace fuerte.
La represión, felizmente dirigida por el teniente de la Guardia Civil, residenciado en Lanjarón, sitúa a sus hombres en lugares estratégicos. Subido al terrado de la casa con dos guardias, arroja algunas granadas de mano por un boquete, dando por finalizada la refriega, después de dos horas de tiroteo. Del interior del cortijo fueron extraídos los cadáveres de ‘Matagallos’, ‘Manquillo’, ‘Lozano’, ‘Manuel’ y dos más. Un séptimo forajido fue capturado. El grupo de ‘Serafín el de Cástaras’ había sido exterminado.
Sucesivas refriegas merman la gente del ‘Polopero’, aunque también ocasionan bajas sensibles a la Guardia Civil. Así, la eliminación del ‘Estébanez’. En el Cerro Negro de Órgiva, el 15 de julio, además de producir dos heridos, cuesta la vida al guardia civil José Rodríguez y las de ‘Serafín el de Cástaras’ y ‘Francisco el del Haza del Trigo’, en el cortijo los Maldonados, de Motril, la del teniente Francisco Morales Rodríguez. Durante el mes de agosto son eliminados ‘Braguetas’, ‘Maqueda’ y ‘Chaqueta’.
La cuadrilla del ‘Polopero’, ante las eliminaciones que se le producen, amenaza con la desarticulación total. ‘Mediavida’, ‘Zorrero’, ‘Sargenta’, ‘Elouy’ y ‘Candelas’, se presentan a la fuerza represora. Otros como ‘Cateles’, ‘Rabaneo’, ‘Cajonera’, ¿Rafaelillo’ los ‘Luques’ y algunos más, desertan de la 2.ª Compañía, para dedicarse al merodeo por su cuenta. De sus cuatro grupos, sólo le quedaba por el momento el de ‘Bonilla’ agazapado en los límites con Almería, pues ‘Clares’ (Félix) y ‘José Luque’ habían desertado y ‘Serafín el de Cástaras’ había sido eliminado. Tales circunstancias adversas no aminoraron las inclinaciones al crimen del ‘Polopero’ ya que, durante 1946, cometió cinco atracos y veinte secuestros, en los que recuperó, aparte de varias armas, más de medio millón de pesetas. Además realizó cuatro asesinatos. Sin embargo, intenta buscar zonas más seguras para sus fechorías, desplazando el centro de acción hacia el Este, para conectar más estrechamente con ‘Bonilla’.»
Apéndice 8: Datos biográficos de Francisco López Pérez «Polopero»
Se recogen datos biográficos de Francisco López Pérez, alias «Polopero», «Guzmán» o «Morito», figura clave en la organización de la Agrupación Guerrillera de Granada, cuyas decisiones y acciones tuvieron un impacto directo en los sucesos tratados en este trabajo.51
Natural de Rubite y vecino de Polopos, nació el 22 de agosto de 1921, hijo de Emilio y Ana. Soltero, de complexión fuerte, piel morena y altura de 1,64 metros. Francisco era carpintero de profesión y vivía en el cortijo las Casillas. De ideas izquierdistas, afiliado al PCE, alcanzó el grado de teniente durante la guerra civil en el bando republicano. Tras la derrota, fue hecho prisionero y enviado a un campo de concentración. Posteriormente fue absuelto, y tuvo que reincorporarse al servicio militar, siendo destinado a Granada, donde ascendió a cabo.
Al ser destinado a los Pirineos, intentó cruzar la frontera hacia Francia, pero fue detenido por la Guardia Civil. Una vez licenciado, regresó a Granada para trabajar como carpintero. Sin embargo, enfrentando dificultades económicas, solicitó un salvoconducto para trasladarse a Barcelona, donde tenía amistades. Al ser denegada la petición, rompió el contacto con su familia y comenzaron a circular rumores de que había huido a la sierra.
Inició su participación en la guerrilla en 1945 en el grupo de Ramón Rodríguez López «Rabaneo» y se unió a la Agrupación Guerrillera de Granada el 2 de noviembre de 1946, bajo el mando de Ramiro Fuente Ochoa «Mariano», con el rango de teniente. En diciembre del mismo año pasó al frente de la Segunda Compañía en sustitución de «Rabaneo». Se le encomendó la misión de unificar varias partidas guerrilleras dispersas por las sierras de Lanjarón, Órgiva, Contraviesa, Lújar y la Alpujarra, formando la Segunda Compañía de la Agrupación Guerrillera de Granada (A.G.G.), a la que se unió la partida de Serafín Lorenzo.
Francisco López Pérez, «Polopero», ha sido descrito como un «luchador ciego […] querido y admirado por sus paisanos». Aunque no ocupó ningún puesto formal en el organigrama del Partido Comunista, tenía fama de ser uno de los comunistas más inteligentes de las partidas guerrilleras. Entre los actos que se le atribuyen destaca su participación en la muerte de Antonio Sánchez Martín, vecino de Pampaneira.
La noche del 3 al 4 de julio de 1947, estuvo refugiado en una casa del Barrimedio de Cástaras mientras se liquidaba la partida de Serafín Lorenzo, integrante de su compañía, en el Cortijillo de la Rambla.
En 1948, tras la reorganización impulsada por Juan José Muñoz Lozano «Roberto», pasó a formar parte de la refundada Agrupación Guerrillera Granada, siendo nombrado enlace de Estado Mayor en 1949.
En 1951, «Polopero» comenzó a mostrar signos de desconfianza dentro de la guerrilla, agravados por conflictos personales y acusaciones de comportamiento inapropiado. Esto llevó a que se le degradara por sus compañeros a teniente ayudante mientras se esperaba una decisión del Estado Mayor sobre su destino. Aprovechando una guardia, desertó en noviembre de ese año y, el 1 de enero de 1952, se entregó a la Guardia Civil en El Raposo de Charches, una aldea de la sierra de Baza donde había estado refugiándose, albergado por el coronel y terrateniente José Carrasco. A partir de entonces, colaboró activamente con las fuerzas represoras, denunciando a antiguos compañeros y facilitando operaciones contra la resistencia.
Esta narrativa es cuestionada por su hermano, quien sostiene que Francisco no se entregó voluntariamente, sino que fue encontrado por guardias civiles en el cortijo Gálvez, enfermo y herido, y mantenido casi un año en Órgiva a disposición de sus captores. Según el testimonio recogido por el profesor Romero Navas en una entrevista, Francisco permaneció en esa situación hasta su muerte. Además, su hermano subraya que muchas de las historias sobre «Polopero» han sido tergiversadas, destacando su vulnerabilidad al momento de la captura y su gran inteligencia como rasgo característico.
El 31 de octubre de 1952, fue capturado cerca del Cristo de los Favoles, en Granada, cuando intentaba huir de la Guardia Civil. Murió en el barranco del Sapo y su cadáver fue expuesto en el cementerio de Órgiva durante las fiestas de la localidad. La versión oficial sostiene que fue abatido en un enfrentamiento, aunque algunos testimonios sugieren que pudo haber sido ejecutado tras su detención.
La historia de Francisco López Pérez, «Polopero», refleja la compleja realidad de la guerrilla. Su trayectoria estuvo marcada por las tensiones internas, la deserción y la colaboración con las fuerzas represivas, pero también por actos de lucha, valentía y un contexto político que lo convirtió en una figura controvertida. Su vida y su muerte son testimonio de las difíciles decisiones que enfrentaron los guerrilleros en la lucha contra la dictadura.
Agradecimientos
Expreso mi más sincero agradecimiento a todas las personas que han contribuido a la realización de este trabajo, especialmente a:
José Aurelio Romero Navas y José María Azuaga Rico, cuyas aportaciones y enseñanzas han sido imprescindibles.
Asimismo, expreso mi gratitud a los informantes que han querido permanecer en el anonimato, cuya generosidad al compartir sus conocimientos y experiencias ha enriquecido notablemente este trabajo.
Igualmente, deseo destacar la colaboración de:
Mari Carmen Alcaraz Miranda; Dolores Almendros Alonso; Miguel Almendros Alonso; Conchi Barbero Almendros; Emilia Fernández Periz; Inmaculada García García; Tere García Guardia; Jesús García Marfil; Miguel Ángel García Marfil; Enriqueta García Martos; Josefa García Ruiz; Juan José Guerrero Corpas; Remedios Hidalgo; Ángel Juárez; Miguel Martín Almendros; Enrique Mezcua Fernández; Pilar Mezcua Fernández; María Pilar Mezcua Granados; Isabel Granados Peinado; Rafael Morano Delgado; Mercedes Ortega Rubio; Leonor Rodríguez Almendros; María Rosario Sánchez Rodríguez; María José Santiago Cervilla; Gonzalo Villalta Miranda.
Agradezco también la labor de los encargados del Archivo Parroquial de Cástaras y de los registros civiles de Alerre, Almegíjar, Cástaras, Lanjarón y Polopos, así como del Archivo de la Capitanía General de Granada y del Centro de Estudios Históricos de la Guardia Civil.
Mi gratitud se extiende al Centro de Acceso al Documento de la Biblioteca Nacional en Alcalá de Henares, al Centro de Recursos para el Aprendizaje y la Investigación de la Biblioteca de la Universidad de Alcalá y a la Biblioteca de la Fundación Pablo Iglesias por el apoyo técnico y bibliográfico brindado.
Finalmente, doy las gracias a mi familia, cuya paciencia y comprensión han sido fundamentales para la culminación de este trabajo.
Álvarez Rey, Leandro (2009). Los diputados por Andalucía de la Segunda República, 1931-1939 diccionario biográfico. Sevilla: Fundación Centro de Estudios Andaluces, Consejería de la Presidencia.
Aguado Sánchez, Francisco (1975). El maquis en España: su historia. 2.ª ed. Madrid: San Martín.
Aguado Sánchez, Francisco (1983). Historia de la Guardia Civil. Madrid: Cupsa. Tomo 6: El Santuario y la posguerra. Capítulos 4: «La agrupación Roberto» y 5: «Cambio de táctica y liquidación», pp. 330-340.
Arasa, Daniel (1984). Años 40: los maquis y el PCE. Barcelona: Argos Vergara.
Aróstegui, Julio; Marco Jorge (eds.) (2008). El último frente: la resistencia armada antifranquista en España, 1939-1952. Madrid: Los Libros de la Catarata.
Azuaga Rico, José María (1991). «La Agrupación Guerrillera Granada-Málaga: estudio sobre las mentalidades y la vida cotidiana». Espacio, tiempo y forma. Serie V, Historia contemporánea, N.º 4, pp. 139-170.
Azuaga Rico, José María (2001). «Motril en la posguerra: resistencia y guerrilla contra el franquismo». Qalat, nº 2, pp. 39-62.
Azuaga Rico, José María (2007). «Escapar de Franco: cien días de la huida de seis guerrilleros». Cuadernos para el diálogo, N.º 17 (marzo), pp. 14-29.
Azuaga Rico, José María (2013). Tiempo de lucha: Granada-Málaga, represión, resistencia y guerrilla (1939-1952). Granada: Alhulia.
Cervero, José Luis (2006). Los rojos de la Guardia Civil: su lealtad a la República les costó la vida. Madrid: La Esfera de los Libros.
Cervilla Alonso, Emilio (2002). Memorias (1922-2002). Edición artesanal restringida, sin comercializar. Documento proporcionado por Pedro Cervilla, hijo del autor, pp. 200-202. Esta edición es una versión corregida del mecanografiado: ¿Porque soy comunista? [sic]. Memorias inéditas. Archivo Histórico de CC.OO. de Andalucía.
Díaz Carmona, Antonio (1969). Bandolerismo contemporáneo. Madrid: Compañía Bibliográfica Española.
Estévez Callejón, Miguel (2000). La guerrilla antifranquista en la Alpujarra (1946-1952): la partida de Paco, el Polopero. [Capileira]: Ayuntamiento de Capileira.
Higueras Castañeda, Eduardo; López Villaverde, Ángel Luis; Nieves Chaves, Sergio (2020). El pasado que no pasa: la Guerra civil española a los ochenta años de su finalización. Ciudad Real: Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha.
Gómez Parra, Rafael (1983). La guerrilla antifranquista 1945-1949. Barcelona: Revolución.
González Blasco, Juan (2007). Natalio Rivas, benefactor de La Alpujarra: la política de favores y recomendaciones (política de jamones). Cádiar (Granada): Mancomunidad de Municipios de La Alpujarra Granadina, 2007.
Guardia Civil (1947): «Importantísimo servicio de la 136 Comandancia: Es exterminada una partida de siete bandoleros». Guardia Civil, revista oficial del cuerpo. No. 40, (agosto de 1947), p. 61.
Jiménez Cubero, José Antonio (2021). La guerrilla antifranquista en Andalucía: censo y relación de guerrillas y guerrilleros (1939-1952). Sarrión: Muñoz Moya Editores.
Langarita, Estefanía; Moreno, Nacho; Murillo, Irene (2014). Pagar las culpas: la represión económica en Aragón (1936-1945). Casanova, Julián; Cenarro, Ángela (eds.). Barcelona: Crítica.
Marco, Jorge (2006). «Los documentos de Eulogio Limia Pérez y la guerrilla». Hispania Nova Revista de Historia Contemporánea, 6.
Marco, Jorge (2010). Hijos de una guerra los hermanos Quero y la resistencia antifranquista. Granada: Comares.
Marco, Jorge (2011). Resistencia armada en la posguerra: Andalucía Oriental, 1939-1952. Tesis doctoral dirigida por Julio Aróstegui Sánchez. Universidad Complutense de Madrid.
Ortiz Mateo, Javier (2009). El Partido Comunista de España y la organización de la resistencia armada al franquismo: el Ejército Nacional Guerrillero (1943-1946). Conferencia pronunciada en el Ateneo de Madrid el 5 de noviembre de 2009. Documento descargado de https://lahistoriaenlamemoria.blogspot.com (fuente original no disponible).
Rodríguez Padilla, Eusebio (2010). El ejército guerrillero de Andalucía, 1945-1952. Mojácar, Almería: Arráez.
Romero Navas, José Aurelio (1997). Recuperando la memoria. Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga.
Romero Navas, José Aurelio (2001). «1952: Huida de los seis últimos guerrilleros a Francia». Jábega, nº 88, pp. 82-97.
Romero Navas, José Aurelio (2004). Censo de guerrilleros y colaboradores de la Agrupación Guerrillera de Málaga-Granada (1944-1960). Málaga: Servicio de Publicaciones, Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga.
Romero Navas, José Aurelio (2010). «Cástaras en los años cuarenta: algunos hechos e incidencias ocurridos a sus vecinos o en su término municipal». Recuerdos de Cástaras (castaras.net). [Consulta: 9 de noviembre de 2024].
Romero Navas, José Aurelio (2013). Vidas truncadas. Almuñécar. Ayuntamiento de Almuñécar.
Ruiz Esteban, Francisco. (2006). La partida guerrillera de Yatero y el movimiento guerrillero antifranquista en la provincia de Granada. Granada: Universidad de Granada. Tesis doctoral.
Tudela Vázquez, Enrique. (2023). Hasta que los encontremos: el alcalde de Castril y los guerrilleros de Ugíjar. Granada: Publicaciones de la Delegación de Cultura y Memoria Histórica y Democrática, Diputación Provincial de Granada.
TVE (2011). Los del monte. Documental emitido en el programa Crónicas (30 de enero).
Fuentes
Anónimo: Testimonio oral (grabación en dos partes en posesión del autor, Canovellas, 16 y 17 de septiembre de 2011).
Ayuntamiento de Cástaras – Actas de sesiones ordinarias y extraordinarias.
Archivo Parroquial de Cástaras – Libros sacramentales.
Centro Documental de la Memoria Histórica – Fichas.
Archivo Histórico Nacional – Causa general de Granada, Córdoba, Sevilla y Huelva. – Inquisición.
Archivo de la Capitanía General de Granada – Procesos judiciales.
Archivo Histórico Provincial de Granada – Padrones.
Archivo del Centro de Estudios Históricos de la Guardia Civil – Expedientes de guerrilleros. – Notas informativas de la 136.ª Comandancia. – Memoria de la Comandancia de la Guardia Civil de Granada. – Documentos varios. – Hojas de servicio.
Archivo Histórico del Partido Comunista de España – Reseña General del Problema de Bandolerismo en España después de la Guerra de Liberación. – Mundo Obrero, 21 de agosto de 1947.
Archivo Histórico del PSOE – Relación de compañeros afiliados enrolados en las milicias.
Archivo particular del autor – Cartas.
Registros civiles – Alerre: Actas de defunción. – Cástaras: Actas de nacimiento. – Almegíjar: Información general. – Torvizcón: Actas de defunción. – Lanjarón: Actas de nacimiento. – Polopos: Actas de nacimiento.
Hemeroteca digital de Ideal
Hemeroteca digital de ABC
Hemeroteca digital de La Vanguardia
Hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional – Anuario Militar de España, 1900-1935.
Boletín Oficial del Estado – Gaceta. Colección histórica.
Fundación Juan March – Archivo Linz de la Transición española.
Notas al pie
Ejecución extrajudicial es la privación de la vida por parte de un funcionario público o agente del Estado sin proceso legal previo (definición en el Diccionario del español jurídico). Durante el régimen de Franco, esta práctica fue común para evitar Consejos de Guerra y penas de muerte que pudieran dañar su imagen internacional. La Guardia Civil llevó a cabo muchas de estas acciones, justificándolas como operaciones contra el «bandolerismo» para deslegitimar a los guerrilleros y preservar la apariencia de orden ante la comunidad internacional. (Romero Navas 1997: 19-20).
Marco (2011: 88-95).
Anónimo.Testimonio oral (grabación en dos partes en posesión del autor, Canovellas, 16 de septiembre de 2011).
Archivo de la Capitanía General de Granada, causa 663/47, legajo 522.
Romero Navas (2011).
Archivo Histórico Nacional. Inquisición, leg. 1953. Auto de fe celebrado en la iglesia de Santiago, Granada, 31 de mayo de 1587. Trascripción parcial en: García Fuentes, José María. La Inquisición de Granada en el siglo XVI. Granada: Universidad de Granada, 1981, p. 364.
Cervilla Alonso (2002: 200-202).
Azuaga Rico (2013: 406-407).
Carta fechada en Cástaras el 24 de abril de 1939, en poder del autor. Almendros Rodríguez (1983: 87-90). Archivo Histórico Nacional (1942). Causa general de Granada, Córdoba, Sevilla y Huelva. Pieza principal de la provincia de Granada. Ramo separado número 5. Cástaras. Caja 1042, expediente 7, folio 6 (1941).
Sociedad de Obreros Agrícolas UGT Cástaras (Granada). Relación de compañeros afiliados enrolados en las milicias, 14 de enero de 1937, Archivo Histórico del PSOE, AH-35-14/FPI. Fol. 5-6.
Centro Documental de la Memoria Histórica. Ficha de Serafín Lorenzo de Cara. DNSD-SECRETARÍA,FICHERO,37, L0107432.
Centro de Estudios Históricos de la Guardia Civil (20 de septiembre de 1954). Expediente de Serafín Lorenzo de Cara. Copia proporcionada por José María Azuaga Rico.
Azuaga Rico (2013: 407).
Subsecretaría de Orden Público, escrito de 22 de julio de 1922 informando al director general de la Guardia Civil sobre la solicitud del alcalde de Cástaras para la creación de un puesto en la localidad. Servicio de Estudios Históricos de la Guardia Civil.
González Blasco, Juan (2007: 1110).
García Mezcua, Nicolás (1946). Carta al Alcalde de Cástaras. 24 de septiembre de 1946. Archivo personal del autor.
El proceso de identificación de las casas ocupadas por la Guardia Civil se realizó a partir de documentación conservada en el Archivo Histórico Provincial de Granada, Legajo 2001/46. Padrón de los edificios y solares de Cástaras para los años 1924-1925. y al trabajo de AMOR ANTEQUERA, Antonio. Cástaras 1921, mi primer destino como maestro. Recuperado de https://castaras.net/paginas/Castaras1921.html
Actas del Ayuntamiento de Cástaras (1945-1946). Sesiones ordinarias y extraordinarias y acuerdos sobre la instalación del puesto de la Guardia Civil en la localidad. Cástaras: Ayuntamiento.
Testimonio oral de Tere García Guardia, hija menor de Enrique García Martín.
Testimonio oral de Nicolás García Mezcua.
Julián Lasierra Luis (Alerre, 28 de enero de 1886 - Zaragoza, 27 de abril de 1975) fue un destacado oficial de la Guardia Civil, conocido por su firme actuación durante y después de la Guerra Civil española. Nació en Alerre (Huesca), en el seno de una familia numerosa. Tras ingresar en la Academia de Infantería en 1905 y finalizar sus estudios en 1909, fue destinado al Regimiento Galicia en Jaca. En 1911, se incorporó a la Guardia Civil, siendo asignado a diversas comandancias incluso en Guinea Española, donde desempeñó un papel relevante en la Guardia Colonial. Lasierra destacó en la represión del movimiento anarquista en Aragón en diciembre de 1933. Al producirse el golpe de Estado de 1936, era comandante y asumió el cargo de gobernador civil de Zaragoza tras la destitución del gobernador legítimo, Ángel Vera Coronel, quien poco después sería ejecutado. Durante su mandato, jugó un papel crucial en la consolidación del control del bando sublevado en la región, reprimiendo a los sectores leales a la República y a organizaciones sindicales como la CNT y la UGT. Siguió ascendiendo en la jerarquía militar y alcanzó el rango de general de brigada en 1947. Fue condecorado con diversas distinciones, entre ellas la Cruz de Caballero de la Orden de Carlos III por su actuación en Guinea, la Cruz del Mérito Militar de 2.ª clase en 1934 por su papel en la represión de las insurrecciones anarquistas en Aragón, y la Gran Cruz de la Orden de San Hermenegildo en 1947, en reconocimiento a su constancia en el servicio y su conducta intachable. Entre febrero de 1947 y junio de 1950, Lasierra estuvo al frente de la 1.ª Zona de la Guardia Civil con sede en Sevilla. Durante este periodo desempeñó una labor clave en la lucha contra el maquis en Granada y Málaga. Implementó una política de eliminación sistemática de detenidos, con el objetivo de evitar el apoyo internacional a los guerrilleros antifranquistas. En junio de 1949, fue nombrado jefe de la 3.ª Zona, en Zaragoza, cargo que ejerció tan solo unos meses hasta su pase a la reserva en febrero de 1950.
En el apéndice 8 se puede consultar un perfil biográfico de Francisco López Pérez, alias «Polopero».
Rodríguez Padilla (2010: 373).
Centro de Estudios Históricos de la Guardia Civil, (29 de agosto de 1947). Nota informativa del comandante jefe del Sector de Ugíjar al director general de la Guardia Civil (S.I.G.C.) sobre remisión de documentos recogidos a bandoleros. Sin clasificar. Copia proporcionada por José Aurelio Romero Navas.
En las diligencias de la Causa 663/1947 aparece como Victoriano Alonso, en contraste con Rodríguez Padilla (2017: 384), que lo nombra Vicente Alonso Martín.
José Sánchez Alcaide nació el 29 de junio de 1916 en Alcalá la Real (Jaén). Se formó durante la guerra civil en la Escuela Militar de Granada y, tras su nombramiento como alférez provisional en 1937, fue destinado al Regimiento de Infantería San Quintín en Valladolid y, posteriormente, a La Legión. En 1939 ascendió a teniente provisional del arma de Infantería y poco después pasó a la Guardia Civil. A lo largo de su carrera en la Benemérita, destacó en la represión de la guerrilla antifranquista especialmente en la provincia de Granada, siendo conocido como especialista en la aplicación de la ley de fugas contra el maquis. En 1957, fue nombrado comandante jefe de Sector de Cabezón de la Sal. Como teniente coronel estuvo al frente de la 138.º Comandancia en Sevilla. En 1966 ascendió a coronel y mandó el 38.º Tercio en la misma capital. En 1968, fue designado jefe de los Servicios de Seguridad e Información de la Casa Militar de Franco, cargo que mantuvo hasta su retiro. Fue uno de los fundadores de la Fundación Nacional Francisco Franco. Ascendido a general de brigada honorario en 1983, falleció el 6 de febrero de 2013 en Madrid.
Eduardo Alonso Quesada (Alcaudete, 4 de febrero de 1902 - Jaén, 12 de marzo de 1971) fue un militar de Infantería y de la Guardia Civil que alcanzó el grado de coronel.
Ingresó en la Academia de Infantería en 1920 y, al graduarse en 1924 como teniente, ocupó diversos destinos: el Regimiento Burgos 36, el Regimiento Ceriñola 42 y las Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla 2, con las que participó en varias acciones bélicas de la Guerra del Rif. Desde 1929 sirvió en el Batallón de Cazadores Segorbe 12, antes de incorporarse a la Guardia Civil en 1931.
En la Guardia Civil estuvo destinado en la Comandancia de Jaén y en el 4.º Tercio Móvil en Madrid, hasta su integración en la Guardia Nacional Republicana, donde ascendió a capitán en septiembre de 1936. Sin embargo, causó baja en diciembre del mismo año.
Durante la Guerra Civil fue perseguido y detenido en septiembre de 1936, recluido en los calabozos de la Dirección General de Seguridad y, posteriormente, trasladado a la cárcel de General Porlier. Tras ser puesto en libertad, fue arrestado nuevamente y enviado a la checa de Bellas Artes. Su nombre apareció en el libro de registro del cementerio de Vicálvaro, en una lápida del mismo cementerio y en una esquela publicada en ABC el 29 de julio de 1939, figurando entre los guardias civiles fusilados en Paracuellos el 19 de noviembre de 1936, procedentes de la checa Spartacus. Sin embargo, logró escapar del fusilamiento, aunque las circunstancias exactas de su liberación son desconocidas.
Se ocultó en Madrid en casa de su cuñado, Pedro Fernández Hernández, farmacéutico de Úbeda y diputado de Izquierda Republicana por Jaén (Álvarez Rey, 2009: 67). En junio de 1937 salió de la capital y se refugió en Torreblascopedro y, en 1938, en Cazorla. Finalmente, logró cruzar a la zona nacional por Alcalá la Real, recogiendo el 13 de septiembre de 1938 a la viuda y a los cuatro hijos del capitán Cortés (Cervero, 2006: 190).
Por orden del 28 de enero de 1939 ascendió a capitán y fue trasladado desde la Comandancia de Sevilla a la de Tarragona. Pocos meses después, tras comandar durante dos meses una compañía expedicionaria, el 25 de mayo fue destinado a la Comandancia de Jaén, donde ocupó diversos cargos, entre ellos el de comandante militar de Andújar. Durante su servicio destacó por la localización de los restos del capitán Santiago Cortés González, fallecido en el asalto final al Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza.
En marzo de 1945 ascendió a comandante y fue destinado a la Comandancia de Almería, donde asumió el mando del recién creado Sector Interprovincial de Ugíjar en marzo de 1947. En noviembre de ese mismo año regresó a Jaén, donde dirigió el Sector Interprovincial Granada-Jaén, con sede en Alcalá la Real.
En marzo de 1953 ascendió a teniente coronel y poco después fue designado para comandar la Comandancia de Inca, en las Islas Baleares, cargo que asumió el 1 de julio de ese año. En agosto de 1953 volvió a Jaén y, a partir de 1954, dirigió la Academia Regional de Instrucción de Úbeda hasta 1956, su último destino.
Fue ascendido a coronel honorífico en febrero de 1964 y falleció por causas naturales en Jaén el 12 de marzo de 1971 (IDEAL, edición de Jaén, 13 de marzo de 1971, p. 7). (Fuente principal: Centro de Estudios Históricos de la Guardia Civil: Hoja de servicios).
Paisanos armados que colaboraban con la Guardia Civil, parte de una institución con origen en Cataluña, creada por el general Primo de Rivera en 1922 y disuelta en 1978.
Guardia Civil (1947: 61).
La actuación en la Rambla del comandante Alonso Quesada figura anotada en su hoja de servicios como servicio especial por orden del director general de la Guardia Civil.
Adaptación local de la palabra terrado, que se refiere a las cubiertas tradicionales de launa características de la arquitectura de la Alpujarra.
Aguado Sánchez, Francisco (1975). El Maquis en España: Su Historia. Librería Editorial San Martín, p. 584. Véase extracto en el Apéndice 7.
Azuaga Rico (2013: 425).
Para más detalle sobre las autopsias, véase el apéndice 4.
Rodríguez Padilla (2010: 325).
«Importantísimo servicio de la 136 Comandancia: Es exterminada una partida de siete bandoleros». Guardia Civil, revista oficial del cuerpo (40): 61, agosto de 1947. (Véase Apéndice 5).
Archivo de la Capitanía General de Granada, causa 539/52 (transcripción proporcionada por José Aurelio Romero Navas); Romero Navas (2010).
«Importantísimo servicio de la 136 Comandancia: Es exterminada una partida de siete bandoleros». Guardia Civil, revista oficial del cuerpo (40): 61, agosto de 1947. (Véase Apéndice 5).
Boletín Oficial de la Guardia Civil (octubre de 1947).
José Muñoz Lozano, alias «Roberto», también conocido como Juan José Romero Pérez, nació el 3 de septiembre de 1914 en Ciudad Real y era vecino de Madrid. Hijo de Ramón y Engracia, fue soltero según Rodríguez Padilla (2010: 171) y casado con Consolación Rodríguez Herades, con quien tuvo una hija, Pepita Muñoz Rodríguez, nacida hacia 1939 (Romero Navas 2004: 285). Trabajó como botones en un gran hotel de Madrid y como dependiente de comercio.
Antes de la Guerra Civil Española, estuvo afiliado a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) y, durante la contienda, se unió al Partido Comunista de España (PCE). Luchó con «El Campesino», alcanzando el rango de teniente coronel, y combatió contra la Alemania nazi en el maquis francés y en la División Leclerc. Con una formación militar y política considerable, al finalizar la Segunda Guerra Mundial regresó clandestinamente a España por encargo del PCE para reorganizar el movimiento guerrillero. Después de pasar por Madrid, llegó a Málaga, donde lideró la Agrupación Guerrillera de Málaga. Tras la deserción de «Tarbes», asumió también el mando de la Agrupación Guerrillera de Granada, que finalmente se fusionaron bajo su liderazgo, reuniendo a más de doscientos guerrilleros.
Fue detenido el 26 de septiembre de 1951 en la Plaza de España de Madrid junto a su compañera Ana Gutiérrez Rodríguez «Tangerina», y Francisco Sánchez Girón «Paquillo». Intentó evitar su condena a muerte delatando a sus compañeros, lo que provocó la detención y muerte de muchos de ellos. Fue procesado, condenado a muerte y fusilado en Granada el 23 de enero de 1953. Su captura y ejecución marcaron un punto clave en la desarticulación del Ejército Guerrillero de Andalucía y el final del movimiento guerrillero.
Almendros Rodríguez (1983: 97-99).
Almendros Rodríguez (1983: 96-98).
Archivo de la Capitanía General de Granada, procedimiento previo 781, legajo 1051.
Rodríguez Padilla (2010: 231) y Romero Navas (2010).
Archivo de la Capitanía General de Granada, procedimiento previo número 780, legajo 521 bis, número 32 A. D.
Romero Navas (2010).
Archivo de la Capitanía General de Granada, procedimiento previo número 780, legajo 521 bis, número 32 A. D.
Se ha documentado (Romero Navas 2013: 174-175) que Antonio González Vázquez podría haber nacido en 1909 o 1915 en Valverde de Leganés (Badajoz), según información de la Guardia Civil. No obstante, la mayor parte de la documentación, y en concreto la causa 663/47, leg. 522, apunta a su nacimiento en Órgiva hacia 1915, por lo que se considera que esta información puede ser el resultado de una confusión en las fuentes.
También aparece con el alias «Rogelio» en una ficha en el Centro de Estudios Históricos de la Guardia Civil, fechada el 18 de septiembre de 1954, sin más datos de filiación que el nombre.
Las autopsias se realizaron el 5 de julio de 1947. Aunque la diligencia no especifica la hora, considerando que a Manuel Rodríguez Rodríguez se le interrogó a las 10:35 y que, según la misma diligencia, falleció mientras prestaba declaración, podemos deducir que las autopsias se habrían llevado a cabo a primera hora de ese día.
Junio, tal vez por error. Debería decir julio, que es la fecha correcta.