Desde sus mismos orígenes, en el Grupo de Acción Local Iniciativas Líder Alpujarra, S.A. (ILASA), la Asociación para la Promoción Económica y el Desarrollo Rural de la Alpujarra Sierra Nevada, abreviado ADR-Alpujarra, viene desarrollando una costosa labor de catalogación del abandonado, maltrecho e irrecuperable patrimonio alpujarreño. Esta encomiable misión se materializó en un ambicioso proyecto de inventariado realizado por geógrafos, historiadores, antropólogos y biólogos coordinados por el distinguido y apreciado etnólogo Agustín Sánchez Hita, que elaboraron el amplísimo informe Inventario de Patrimonio Histórico de la Alpujarra y Río Nacimiento, donde se enumeran, describen, localizan, valoran y califican 5.448 elementos patrimoniales de la Alpujarra, proponiendo acciones para protegerlos y revalorizarlos. Parte del trabajo se puede consultar en el apartado El patrimonio de nuestra tierra de la web de la asociación (www.adr-alpujarra.es).
En 2008 ADR-Alpujarra publicó un libro de distribución gratuita, en el que Agustín Sánchez Hita resume, y transforma en guía descriptiva, el trabajo de campo realizado en los más destacados enclaves de la zona, resultando un pormenorizado compendio, asequible a cualquier lector, que nos acerca nuestro frecuentemente desconocido patrimonio, y la historia de los pueblos que lo forjaron al ocupar el territorio y morar en él. Tras una breve presentación del presidente de ADR-Alpujarra, y un extenso prólogo de José Manuel Gómez-Moreno, profesor de la Universidad de Granada, el autor trata con erudición, en los once capítulos que constituyen el núcleo de la obra, sobre patrimonio arqueológico, arquitectura defensiva, agua y agricultura, patrimonio agroindustrial, ganadería tradicional, minería y metarlugia, artesanía e industria, comunicaciones históricas, servicios y arquitectura residencial y religiosa. Siguen tres secciones dedicadas a explicar el proyecto de inventario, sus resultados y puesta en valor y las competencias y protección del patrimonio histórico. El trabajo concluye con los agradecimientos de rigor, una copiosa bibliografía y un glosario de 143 términos, cuyo escaso o restringido uso hacen conveniente la explicación, completando así las 310 páginas del libro, al que se ha añadido un mapa colorido y desplegable de la comarca.
Una mínima parte del patrimonio de Cástaras se encuentra detallada en las páginas del libro, donde, desde nuestra condición castareña, echamos de menos muchísimas referencias a destacables elementos, si bien comprendiendo que el tamaño de la obra no permite desplegar con el detalle que merecen todas las peculiaridades del lugar.
La primera cita de Cástaras está en la página 40, dentro del capítulo Arquitectura defensiva, en la leyenda de un mapa con la división de la Alpujarra en aŷzā´ en los siglos IX - XIII, donde se enumera bajo el número seis el «Castillejo de Cástaras». El mapa utilizado como fuente, tomado del artículo de Patrice Cressier, «Le chateau et la division territoriale dans l'Alpujarra médiévale», cuya versión en castellano se puede consultar en Dialnet , solamente indica, con mayor acierto, «Cástaras ?». El signo de interrogación, obviado por Sanchez Hita, indica, según aclara el texto de P. Cressier, que aunque hay indicios de castillo en los contornos de Cástaras, no se han encontrado restos que permitan confirmar su existencia ni su posible ubicación. El castillejo más cercano conocido se encuentra en término de Almegíjar a la vera del río Guadalfeo en su margen izquierda.
A la izquierda la ilustración insertada en la página 40 del libro y a la derecha la misma figura en el artículo de P. Cressier utilizado como fuente. Nótese en los pies de ilustración la diferencia concerniente a Cástaras, señalada con fondo amarillo.
Tras mencionar el intento, logrado en parte, de impermeabilizar la Acequia Real de Cástaras en los años noventa (pag. 57), unas páginas después aparece el primer elemento patrimonial considerado en el libro. Se trata del Acueducto de los Arcos, importante y muy deteriorada obra hidráulica construida en fecha indeterminada en el cortijo al que ha acabado dando nombre, que se encuentra cerca del límite de Lobras por el este y del cortijo Lobrazán por el oeste, en las coordenadas geográficas 36º 55' 20" N 3º 13' 35" O. El capítulo III. El agua en la agricultura, apartado Las estructuras auxiliares de de conducción, contiene unos párrafos y una fotografía, reproducidos en el recuadro siguiente, informando sobre esta importante construcción del municipio castareño, declarada Bien de Interés Cultural hace poco.
Algunos espacios dedicados a elementos patrimoniales de Cástaras en el libro de Sanchez Hita: a la izquierda Acueducto de los Arcos (pag. 59). A la derecha arriba, la prensa de El Baño (pag. 86); abajo, el bar La Columna (pag. 216).
La prensa de la almazara de El Baño del Piojo también ha merecido la consideración de Sánchez Hita en la página 86 de su obra. Afirma que es la única de sus características entre los molinos de la zona, dando a entender que su lugar lo ocupaba antaño una prensa de viga a la que sustituyó. Esta discutible idea no está acreditada por nuestras investigaciones, que apuntan a que la almazara del maltrecho balneario fue construida mediados los años 1940, mucho más tarde que el edificio que la aloja.
En la página 216, una fotografía y varias líneas sobre el bar La Columna representan a Cástaras en el apartado dedicado a los espacios comerciales y recreativos, dentro del capítulo de servicios. El bar La Columna arraiga en una tienda de comestibles establecida hacia 1890 por mi bisabuelo Gabriel García Ortega, continuada, ampliada y reformada por mi abuelo Enrique, que la atendió hasta mediados los años 1960. Aún conserva casi incólume la apariencia que tenía hace cincuenta, sesenta o más años, cuando se despachaba sal, arroz, azúcar, arencas, tacos de jabón Lagarto y pastillas de Heno de Pravia, tintura de yodo, bismuto, clorato potásico, sosa cáustica, botones de todas clases, carretes de hilo de La Cadena, tintes Iberia, pimiento molido, sellos de correos, papel de barba, chocolate Tárrega, flanín El Niño, cuarterones de tabaco, libritos Jean, Peninsulares, Ideales y caldo gallina, paquetes de Ganador o de Bisonte para los días de fiesta, las primeras cajetillas de Ducados, etcétera, etcétera, etcétera. La estantería de chopo que hizo mi tío Gabriel está prácticamente como se instaló en los primeros años 1940, mientras que el mostrador, que era rectilíneo, ha sido reformado para aumentar el espacio destinado a los clientes en la nueva función que ahora tiene el local. La columna de hierro fundido que da nombre al bar, es en realidad un tubo de los que llevaron al pueblo para conducir el agua desde la alberca de Fausto hasta la turbina de la fábrica de luz inaugurada en 1930. Mi abuelo vio la oportunidad de aumentar el espacio del mostrador y darle anchuras a la tienda, sustituyendo con uno de aquellos tubos las tres cuartas partes de un pilar enorme situado en medio del recinto, cuya base aún debe estar bajo el mostrador. Ingeniosa y original idea de resultado perdurable, que ha llamado la atención de visitantes y curiosos.
Nada menos que cinco páginas del libro tratan del mercurio y su minería. Estando en Cástaras prácticamente todas las minas de cinabrio de la Alpujarra, es oportuno traer aquí todas las ilustraciones y el texto completo sobre el valioso líquido metal, fuente de riqueza y prosperidad para nuestra tierra en los siglos XIX y XX.
El mercurio se presenta mineralógicamente como cinabrio (sulfuro de mercurio, HgS) recibiendo la denominación popular de azogue, palabra de origen árabe que alude posiblemente a su carácter inestable.
Las mineralizaciones de este material se presentan en la Alpujarra, de forma dominante, a lo largo de un corredor perteneciente al manto geológico de Cástaras del complejo Alpujárride, situado al sur del contacto entre éste y el complejo Nevado-Filábride. Este contacto, que constituye un elemento geológico-geográfico de primera magnitud, se manifiesta mediante una línea de cabalgamiento relativamente sinuosa, que discurre sobre la cara norte de la sierra de Mecina-La Corona, corta sobre el Portichuelo de Cástaras y pasa sobre el núcleo de Juviles para después hacerlo bajo el de Alcútar.
No obstante, pueden localizarse algunas explotaciones de este mineral en otros lugares de la comarca pertenecientes al mismo complejo geológico, como es el caso de la de la cuesta de los Alacranes en Albuñol, o minas más o menos puntuales en sierra de Gádor.
Las mineralizaciones de mercurio se localizan en el contacto filitas-carbonatos y encajadas en la propia banda carbonatada, rellenando fisuras y diaclases. El origen y su formación se debe a procesos hidrotermales consecuentes a fenómenos volcánicos, desarrollados durante el Triásico medio (hace mas de 200 millones de años) cuando todos los continentes actuales se encontraban unidos en uno sólo, llamado Pangea. Este mineral ha sido explotado aquí, mediante galerías próximas a la superficie, alcanzando leyes, según Guardiola y Sierra (1928) entre el 0,80 y el 1,60 en la zona de Cástaras, y llegando al 2,5% en la de Timar - Juvilez.
Las operaciones de beneficio, aplicadas por medio de distintos tipos de horno, eran extremadamente sencillas. Se basaban en el calentamiento de la masa mineral preseleccionada en hornos alimentados por leña o carbón, con lo que se daba lugar a la fusión del mercurio.
Tras una época antigua en que se utilizaban “hornos de cuba”, donde combustible y mineral ocupaban una misma cámara y donde no se aprovechaba la fracción volátil, se pasa a la construcción de nuevas instalaciones donde se utiliza la doble cámara y la fracción fundida era separada y recogida por decantación, al tiempo que la volatilizada se condensaba por enfriamiento en cámaras y conductos inclinados que ascienden por la montaña.
En estos conductos o galerías, al descender la temperatura de los gases que circulaban en ascenso por debajo de los 360º, el mercurio condensa y resbala en sentido opuesto, por gravedad, por el suelo, siendo captado en una balsa situada en su base. Las galerías de condensación terminan en una chimenea final por la que se evacuan los gases sulfurosos residuales.
La exposición al mercurio puede presentar graves efectos sobre el aparato respiratorio, renal, y sistema nervioso central, inestabilidad psíquica, alteraciones cognitivas y del habla, así como efectos graves sobre el sistema reproductor y el feto. El problema se acentúa debido a la capacidad bíoacumulativa de este elemento químico. Los efectos son reconocidos por el dicho popular “parece que tiene azogue en el cuerpo” en referencia a las personas nerviosas, estableciendo una analogía tragicómica con el llamado “temblor mercurialis”, provocado por el deterioro del sistema nervioso, consecuente con la exposición a esta sustancia. Por todo ello, diversas instituciones sanitarias y sociales vienen solicitando, desde hace tiempo, la aplicación de alternativas al uso prescindible del mercurio.
Los usos más extendidos del mercurio están en relación con su utilidad en minería para la amalgamación de la plata y el oro, lo que trae consigo muy graves efectos medioambientales, por contaminación del agua y suelo, en los países no desarrollados en que se utiliza esta técnica. Igualmente se utiliza, por su capacidad biocida, en tratamientos sanitarios y fitosanitarios. Por otro lado, su alta densidad y su capacidad conductora, con estado de fluidez a temperatura ambiente, ha favorecido su utilización en instrumental electrónico, meteorológico y clínico.
Con los antecedentes históricos citados anteriormente, es en el siglo XVII cuando se tienen noticias de la explotación moderna del mercurio, con el uso en España de hornos reverberos, avance caracterizado por la aplicación de una segunda cámara entre la de combustión y la chimenea, lo que aumentaba el rendimiento, tal y como se ha reflejado para el plomo. La utilización de estos hornos se simultanea con el nuevo modelo traído de América por D. Juan Alfonso Bustamante, del que recibe el nombre, que sigue utilizándose hasta entrado el siglo XX.
Es de final del siglo XIX de cuando se tiene ya información de una explotación más regular en la Alpujarra como es la referida por Gonzalo y Tarín en 1881, el cual recoge cómo en 1875 se trabajaba en las minas de Azogue “San José“ y “Tobas“ [Tobías] de Cástaras con 12 operarios, habiéndose extraído 600 toneladas de cinabrio, las cuales eran procesadas en la fábrica existente por aquel entonces en ese mismo municipio.
La historia del beneficio del mercurio en la zona está ligada a los esfuerzos por mejorar el sistema de fundición. Así, en 1874 se había realizado en la citada fábrica el intento de construir dos hornos de tipo “Berrens”, como los que por entonces funcionaban en la fundición de San Andrés de Dólar, en la cara norte de Sierra Nevada, para lo que se llegó a contar con todos los elementos necesarios, sin que en ese momento se llegara a materializar el proyecto. Sin embargo, en 1877, la citada fábrica contaba con dos hornos “Bustamante”, procesándose en ella 6000 quintales de mineral bruto, de los que se obtuvieron 40 quintales de azogue (según recoge la memoria del Ingeniero Jefe del Distrito Minero de Granada de ese año).
Por las mismas fechas, se había concluido la construcción de un horno tipo “Ure” en la fábrica de Los Riscos de Tímar. Para la fabricación se reutilizó material inadecuado para este fin, procedente de la fábrica de gas de Granada, dando lugar a importantes dificultades por Io que hubo que trabajar sobre diversas y complejas soluciones.
El mayor potencial de las minas de mercurio de la Alpujarra media granadina es reconocido a final del siglo XIX, generándose distintas prospecciones, como la llevada a cabo por el conocido ingeniero belga Humberto Meersmans de Smet (propietario del Carmen de los Mártires), que culmina con un importante relanzamiento de las explotaciones.
La fundación en 1902, en Londres, de The United Mercury Mines of Granada, Ltd., y la compra por esta sociedad, en 1903, de casi todas las explotaciones de azogue de la comarca, generan un mayor y decisivo impulso a esta minería en la Alpujarra media. La producción alcanza su máximo histórico inmediatamente, en 1904, con dos explotaciones principales en funcionamiento: “Paca” y “Elena”, mientras que en 1905 se extraen también importantes volúmenes de las minas “Diamante y su demasía”, “Esmeralda” y “Rubí” de Tímar. Una fábrica situada en este municipio procesaba el cinabrio que se extraía de las dispersas minas de la zona, mientras que en Yátor se localizaban también importantes instalaciones de beneficio de este mineral. Por otro lado, el intermediario Álvarez Muro, representante de empresas francesas, consigue reunir en 1909 varias concesiones en la zona. La entidad francesa Societé des Mines de Mercure de Sierra Nevada, creada en 1911, acoge los intereses franceses en la zona.
El transporte, que se realizaba mediante mulos, y el agotamiento de la leña, que obliga recurrir al carbón para el procesamiento del cinabrio, encarecen entonces un producto que termina por entrar en crisis. No obstante, en 1913-14, la obtención de buenos resultados en nuevas minas, como son “Ella” y “Resurrección” en Lobras - Tímar, y “San José” y “La Inglesa” en Cástaras, relanza una producción que se ve impulsada por los altos precios consecuentes a la Primera Guerra Mundial.
Tras importantes problemas en las sociedades explotadoras de los años 20, se produce una mejora sustancial desde 1925 hasta 1929, gracias a las extracciones realizadas desde “El Diamante”, “Ágata”, y “Esmeralda II”. Para entonces, se explotaba un coto de 51 ha en Tímary Bérchules, propiedad de “Minas de Mercurio de la Alpujarra“. Nicolás García Mezcua cita en la época, además, el funcionamiento de las minas de La Sultana en Almegíjar, La Perla en Nieles y el Riachuelo en Tímar.
Durante la época, se produjo una apreciable mejora en las minas, así como la construcción de accesos rodados, instalándose vías con vagonetas arrastradas por mulos y cables aéreos que conducían el mineral hasta la planta de procesamiento. Los “frascos” de acero de mercurio, con 48 kg de peso cada uno, eran transportados a lomos de caballería hasta Torvizcón, desde donde salían por carretera.
Desde los años 30 los altos costes por transporte y la baja ley del cinabrio extraído, junto con los problemas derivados de la Guerra Civil y la posguerra, dan lugar a importantes dificultades, a pesar de la mejora en las comunicaciones y en los procesos de extracción. La caída en la producción minera generó entonces en la comarca una fuerte corriente migratoria, principalmente hacia Marruecos y Argentina.
En esta última época de los años 30 funcionaban en el entorno de Tímar dos importantes conjuntos. El denominado Los Casarones (La Retama), situado junto al cementerio, en el camino a Nieles, era explotado por una compañía italiana, por lo que fue conocido como la Fábrica de los Italianos, siendo cerrado al comienzo de la década por dificultades en la rentabilidad. El segundo, propiedad de la familia granadina Rodríguez Acosta, localiza sus restos sobre el cruce de Cádiar-Lobras.
Durante la Guerra Civil, estas minas quedan desconectadas territorialmente de sus propietarios, haciéndose cargo los trabajadores de la gestión, produciéndose curiosos episodios recogidos por Jaime Ribot en su artículo de la revista “Sierra Sur”. Para entonces trabajaban en esta explotación, según documento militar fechado en 1938: 4 horneros, un vigilante, un leñero, un fragüero y 44 mineros, consumiéndose al día entre 90 y 100 arrobas de leña.
Mientras tanto, en Cástaras funcionaba la fundición de Mancilla o Mansilla, de la que nos quedan diversas infraestructuras, entre las que destacan el soberbio módulo de hornos antiguos, y una segunda en los Prados de Villarreal, en el actual cortijo “La Fábrica”, cuyos característicos elementos de fundición fueron eliminados en los primeros años del siglo XXI.
De esta infraestructura queda en pie, no obstante, si bien en clara situación de riesgo, un excepcional túnel-puente de mampostería, sobre el Camino Real de Cástaras a Trevélez, para el paso del mineral desde las minas hacia la fábrica.
Todas las fundiciones contaban normalmente con sus minas asociadas, si bien en ocasiones y por diversas circunstancias, el mineral se cruzaba de unas minas a las otras fundiciones.
Todas las instalaciones de ambos municipios fueron desmanteladas durante la Guerra Civil y la inmediata posguerra a fin de reutilizar sus materiales, especialmente en lo que se refiere a aquellos construidos en hierro.
Posteriormente se realizaron intentos para la recuperación de las minas, que culminaron con la construcción, en Cástaras, de una última infraestructura al comenzar los años 50 del s. XX: la “Fundición Nueva de Mancilla” [Mansilla], la cual, a pesar de que se encontraba dotada de una tecnología más avanzada, tras un periodo relativamente breve y funcionamiento irregular, fue cerrada en 1957.
Dotada de su característica chimenea y embovedado de condensación acostado sobre la ladera, presenta un caño derruido, más antiguo y deficiente por sus excesivas sinuosidades y menor desnivel. La extracción del mercurio se realizaba mediante retortas de hierro que utilizaban gasóleo como combustible.
Debido al enorme desnivel que tenía que salvar el mineral desde las minas de Mancilla [Mansilla], esta fundición recibía el material tras un complejo itinerario que nos cuenta Guillermo Fernández, antiguo operario de la misma. Tras un primer salto consistente en el vertido del mineral dentro de un pozo de apreciable profundidad, en la base subterránea de éste, se realizaba la carga en vagonetas, las cuales hacían aflorar nuevamente el material a través de un túnel, que se conserva al pie del tajo. Desde allí, mediante un cable, se hacía llegar el material a la fundición.
Agustín sánchez hita: El patrimonio histórico de La Alpujarra y Río Nacimiento, Laujar de Andarax (Almería) y Órgiva (Granada), ADR Alpujarra-Sierra Nevada, 2007; pp. 132 - 136.
El Baño del Piojo ha sido considerado por el autor del libro elemento patrimonial de primera magnitud, y le ha dedicado una extensión comparable a la de otros balnearios con lustre, como el de Alhama de Almería o el de Lanjarón, célebre entre los célebres de Granada y España. Un párrafo, cinco fotografías y un recuadro informativo, que trasladamos integros, conforman la reseña de El Baño en la obra que venimos tratando.
“Por su parte los Baños del Piojo, que han llegado a encontrarse en un estado de apreciable deterioro, se encuentran a la espera de una próxima transformación para entrar en una nueva fase de aprovechamiento turístico”.
Asentados en un entorno de acentuadas pendientes, en la ladera de un barranco, se distinguen en estos baños tres ámbitos edificados diferenciados:
El cortijo es un edificio de apreciable tamaño y dos alturas que destaca sobre las construcciones rurales de la zona por presentar cubierta de teja árabe. Con diversas habitaciones y elementos para el uso agrícola y cotidiano, como son trojes, horno, etc, así como alojamiento de los cortijeros y de los usuarios de los baños de mayor capacidad económica, destaca por tener incorporado en su interior una almazara.
Ésta conserva el alfarje con dos rulos cónicos, la cuadra de la bestia, la balsa de agua, la hornilla de escaldar, un cuarto de tinajas, decantadores subterráneos, así como una prensa de tórculo, en madera, muy bien conservada. Este último elemento es especialmente significativo por ser el único detectado, hasta ahora, de estas características en la comarca, que esté dedicado al prensado de la aceituna, ya que su uso habitual es el del prensado de la uva en la sierra de La Contraviesa. Y es que la prensa de tórculo no genera tanta fuerza como sus antecesoras “de viga” o sus sucesoras “de columnas”, razón por la que normalmente estaba relegada a su utilización en los lagares. Para soportar las presiones ascendentes, esta prensa se sitúa en una capilla sobre la que normalmente se ubicaba una torre contrapeso de piedras. Llama la atención la existencia, en este mismo espacio, de un largo cuarto de doble crujía (lograda por dos cargaderos con tornapuntas) que muy bien pudo alojar, en su momento, una prensa de viga que se situaría sobre los decantadores.
Un segundo espacio construido se sitúa a unas decenas de metros a levante, correspondiendo a una doble batería de crujías de una altura dedicadas a los alojamientos más sencillos, encontrándose en la actualidad casi totalmente derruidos.
Finalmente, los baños se localizan en cota inferior a los anteriores elementos, junto al cauce del barranco. En ellos se distinguen dos ámbitos fundamentales, el primero correspondiente a la alberca, una construcción de mampostería cubierta, y los baños propiamente dichos, formados por un hornillo de ladrillo para caldear el agua, la cual llegaba por un tubo de hierro, y un conjunto de cuatro pequeñas bañeras cerámicas ovaladas alojadas en pequeños cuartos.
Las aguas de los baños, de tipo sulfuroso y ferruginoso, eran aplicadas en tratamientos cutáneos y respiratorios, e incluso digestivos, en este caso mediante bebida.
Agustín sánchez hita: El patrimonio histórico de La Alpujarra y Río Nacimiento, Laujar de Andarax (Almería) y Órgiva (Granada), ADR Alpujarra-Sierra Nevada, 2007; p. 199.
Se puede ampliar la información sobre El Baño del Piojo en nuestro trabajo El Baño, un modesto balneario en Cástaras , publicación de 2008 disponible en esta web.
De la monumental iglesia de Cástaras sólo se dice de pasada que la torre fue elevada «en la época» (mediados del XVIII). Sin embargo la ermita de la Virgen de Fátima del Camino Nuevo, va reseñada en la página 231 con una fotografía, sin más pormenores ni comentarios, entre «Algunas de la grandes, y no tan grandes, ermitas del siglo XIX». Esto último es un anacronismo, ya que la devoción a la Virgen de Fátima surgió tras las apariciones en Cova de Iria en el año 1917. Apenas podía dedicarse una ermita a esta advocación en el siglo XIX. Además, es bien sabido que la ermita del Camino Nuevo se construyó hacia 1950, por empeño y bajo la dirección del entonces cura del pueblo, don Manuel Gómez Gutiérrez, con la colaboración de la mayoría de los vecinos, especialmente del albañil Diego Carmona y de los barreneros Francisco Miranda y José Navarrete.
Una interesante sección del capítulo de Arquitectura residencial está destinada a los escudos que blasonan las casas familiares «de la baja nobleza comarcal que las habitó». No podía faltar la mención al escudo que preside el dintel de la puerta grande de la casa de la Placeta, del que se ha incluido una fotografía en una especie de catálogo fotográfico colocado al pie de la página 261. Mientras que algunos escudos se relacionan con el apellido del linaje al que representan, no es así en nuestro caso concreto, del que únicamente informa que está en Cástaras.
Finaliza el apartado nobiliario con la siguiente advertencia, con la que coincidimos plenamente:
“Es necesario recordar que estos escudos son elementos fundamentales de la historia de nuestro país, así como vestigios esenciales para el estudio de la misma, por lo que son acreedores de especial cuidado y protección, no debiendo tampoco ser trasladados de lugar, por el desequilibrio en la información que esto supone. En este sentido, enfoscados inadecuados, desportillados, taladrados, salpicaduras de pinturas, cableados etc. son algunas de las vejaciones que sufren estos bienes patrimoniales en nuestra comarca”.
Exhortación que haríamos extensiva a cualquier otro bien patrimonial de los que trata el libro. Bienes que siendo propiedad de uno, son patrimonio de todos, por lo que todos y cada uno tenemos el deber de velar por su conservación y mejora.
En este sentido invitamos a reflexionar sobre el patrimonio de Cástaras perdido en los últimos años: el puente de la Fuente Baja; el acceso y el lavadero del mismo paraje; la bóveda baída de la iglesia; los tradicionales aleros y sus castigaderas usados durante más de diez siglos, que van siendo sustituidos por sucedáneos “de diseño” cortados con radial, cuando no por balaustradas tipo “Leroy-Merlin”. ¿Dónde habrán ido a parar el portón y la reja de la casa de doña Celia? Llevarían más de doscientos años ocupando la fachada donde ahora se echan de menos. Como se echan de menos los muros de mampostería sin labrar o de basto enfoscado, suplidos por otros tan lisos, tan modernos, y tan internacionales. Han surgido edificios de estilos que no casan con nuestra arquitectura tradicional y milenaria, mientras otros se empinan sin medida. Sobran esos horrorosos portones de “chapa pegaso” sustitutos de las puertas alpujarreñas de siempre. Hasta el Ayuntamiento ha incluido en sus proyectos carpintería de aluminio... Y otras muchas reflexiones que hacemos con apenado recuerdo de aquellos elementos hoy desaparecidos o dañados irremediablemente, integrados de una u otra forma en nuestras vidas.
La lectura de este libro ha entrañado un doloroso repaso que ha permitido constatar de nuevo lo que ya teníamos bien comprobado: el lamentable estado en que se encuentra el valioso y poco conocido caudal patrimonial de la Alpujarra. Hay que felicitar a Agustín Sánchez Hita, a sus colaboradores y a ADR-Alpujarra por la ingente labor que han llevado a buen término con estos trabajos. Esperemos que los ejemplares distribuidos sirvan de revulsivo para que los nuevos alpujarreños aprendan a querer y a respetar esta bendita tierra. Nuestros padres y abuelos, y nosotros mismos, nos vimos abocados a abandonarla cuando nos negaba la subsistencia o el desarrollo personal. No supimos, o no logramos, conservar un patrimonio que ya estaba deteriorado, cuya ruina han completado tantos años de abandono, y advenedizos que no han sabido entender el legado puesto en sus manos, mientras que nosotros sólo podíamos recordarlo, amarlo en la distancia y llevarlo en el corazón.
Copyright © Jorge García, para Recuerdos de Cástaras (www.castaras.net), y de sus autores o propietarios para los materiales cedidos. |
Fecha de publicación: |
14-2-2010 |
Última revisión: |
24-04-2023 |