Historias, impresiones y recuerdos

 

Una fuente y siete acacias

 

Recordando la colocación de la fuente ornamental en la plaza

Han quitado la fuente que adornaba —es un decir— la plaza de Cástaras, lo que trae a mi memoria vagos recuerdos de los días en que se colocó la fuente que, andando los años, transformaron en la que han retirado ahora.

Finalizaba la década de los cincuenta del siglo pasado cuando se plantaron en la Plaza siete acacias para sustituir a las taladas algunos años antes. Aún queda una regalando sombra a la entrada de la calle San Miguel, entre la casa de José Alcalde y el ayuntamiento. También construyeron el corral y los bancos de cemento delante de la puerta de la iglesia.

En la plaza de Cástaras no había fuente, ni falta que hacía. Pero en Juviles pusieron una, hermosa y redonda, con surtidor lanzando a las alturas el chorro de agua que surgía de un montoncito de guijarros colocados en el centro. La influencia del pueblo vecino  animó a las autoridades castareñas a hacer algo parecido en nuestra plaza. Lo que salió fue una fuentecita vulgar, cuyo surtidor derramaba hilillos de agua sobre un pilote recubierto de guijarros que perdieron su blancura y brillo bajo el verdín criado en pocos días. Pusieron algunos peces y la rodearon con un anillo de plantas que, unidas a las macetas colocadas en el borde, le hacían cumplir su misión de ornato con cierta dignidad.

 

Y hubo hasta una ceremonia de inauguración de la que sólo recuerdo a mucha gente congregada a la puerta de la iglesia y a tres niñas recitando sendas poesías elegidas por doña Raquel, la maestra en aquellas fechas. Una de las poesías, la que declamó mi hermana, dice así:^[1]

Recorte de IDEAL con la noticia de la inauguración de la fuente. Se pasaron con los surtidores y los jardines, pero en fin, así es el periodismo.

La fuente, las acacias y la escuela Una fuente y cinco acacias en la plaza del lugar. El vientecillo del mar riza las melenas lacias de los niños al pasar. «Dos por dos, cuatro; y dos seis». Monotonía de escuela que se enreda en la plazuela como un hilo que no veis. «Dos por ocho, dieciséis...» Así, al compás del cantar dulce y claro de los niños, van muriendo los cariños del verano. Por el mar, en un velero de espuma, se va acercando la bruma del otoño del lugar. Francisco Javier Martín Abril

Pasaron los años. Murieron los peces. Las macetas se perdieron. Las plantas se secaron. Talaron seis de las siete acacias... Y allí quedó, en el centro de la plaza, un redondel de agua sucia con un pilote verdinegro de mugre, como exponente de la decadencia de un pueblo.

No sé cuando, pero después de 1981 y antes de 1992, con afán de renovación, dejando más espacio para las maniobras de los automóviles, sustituyeron la vieja fuente por la que acaban de desmontar, cuya descripción me ahorro. Valga con la fotografía que incluimos y con la petición de que no vuelva a ocupar su lugar.

 

 

Las dos fuentes que ha habido en la plaza de Cástaras: a la izquierda, la instalada a comienzos de los años sesenta del siglo pasado en una fotografía de 1979,  y a la derecha, la que acaban de desmontar vista en agosto de 2005.

 

 

 

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