Entre marzo y octubre de 1837, Pierre Edmond Boissier, un joven botánico suizo, recorrió el antiguo Reino de Granada en un viaje realizado para investigar sobre las especies vegetales la zona. Producto de este, su primer periplo por España, fue el libro Voyage Botanique dans le Midi de l’Espagne pendant l’annéee 1837, la obra más señera de su producción, publicada por entregas entre 1839 y 1845 en dos tomos. En el primero, Boissier narra las impresiones de su recorrido y describe las plantas que va encontrando al paso, mientras que el segundo está dedicado a la descripción y observacion científicas de las especies incluidas en la obra, ilustrada con láminas del pintor Jean-Christophe Kumpfer, que las firmó bajo el seudónimo Heylan.
Retrato de Edmond Boissier cuando tenía alrededor de 65 años, casi cuarenta años después de que pasara por los alrededores de Cástaras.
(De Wikipedia en el dominio público).
Boissier enumeró 1.900 taxones, entre los que nosotros tenemos que destacar la Lavatera oblogifolia Boiss., o malva de las Alpujarras, joya botánica endémica de la comarca de la que quedan muy pocos ejemplares, algunos de los cuales pueden hallarse asentados en suelos calcáreos próximos al camino entre la Venta del Relleno y Cástaras. Por allí fue observada treinta años antes del viaje de Boissier, citándola como malvácea de Turón, por Simón de Rojas Clemente y Rubio, en su expedición científica por el Reino de Granada, comentada en otra página de Recuerdos de Cástaras.
Boissier había nacido en Ginebra el 25 de mayo de 1810; así que cumplió veintisiete años durante su periplo andaluz, el cual presentaba al mismo tiempo las características de una expedición científica y las peculiaridades propias de un viaje romántico. Partió de Ginebra en marzo de 1837 hacia Marsella, donde tomó un vapor que lo condujo hasta Valencia. Pocos días más tarde, embarcó en un laúd que zarpó del Grao y tras una travesía accidentada, con paradas en Ifach y Altea, llegó a Motril, donde Boissier pisó por vez primera tierras granadinas. Tras unas horas de actividad científica por las cercanías del puerto motrileño, embarca de nuevo en Salobreña para continuar viaje, pero las malas condiciones meteorológicas le hicierón cambiar la vía marítima por la terrestre de forma que recorrió el camino costero granadino para alcanzar Málaga, ciudad donde establecería su base de operaciones.
En su segundo itinerario por Sierra Nervada, Boissier salió de Granada el 23 de julio de 1837 y, atravesando la sierra llegó el 25 a Trevélez, donde se detuvo unos días a causa del mal tiempo. Continuó viaje a Bérchules, Cádiar y Ugíjar, donde pasó la noche. Siguió hasta Berja y recorrió la sierra de Gádor. El día 4 de agosto por la tarde regresa a Berja tras haber pasado tres días detenido por cansancio y enfermedad y al día siguiente llega a Adra. El 6 de agosto prosiguió por La Rábita y Albuñol para traspasar la sierra Contraviesa y llegar por la tarde a Torvizcón donde hizo noche. Al día siguiente continuó hasta Lanjarón, pasando por Órgiva. Finalmente, tras nueve horas de recorrido por la ruta del valle de Lecrín, el botánico suizo llegó a Granada, su punto de partida.
Los Prados y la Contraviesa al fondo, vista aproximada a la que Edmond Boissier contemplaría al doblar la loma de Juviles en su viaje de Trevélez a Cádiar. (Cortesía de María Pilar Mezcua).
Por el relato publicado en su obra, parece que al desplazarse de Trevélez a Bérchuiles Boissier siguió el antiguo camino entre ambas localidades y por tanto no pasaría por Juviles, localidad que no menciona, y tampoco por Cástaras, ni siquiera por su término municipal. Pero al recorrer la ladera este del valle del río Trevélez y al doblar la loma de Juviles por el cerrillo Redondo, abriendo vista al valle del Guadalfeo y a la Contraviesa, el joven botánico anota en su cuaderno varias obsevaciones relacionadas con Cástaras que son el objeto de esta página y que reproducimos a continuación:
Edmond Boissier
Fragmento del capítulo XII, «Ascensión al Mulhacén y excusión por la Alpujarra».
Traducción de Jorge García para Recuerdos de Cástaras.
[...]
Al dejar Trevélez, eché una última ojeada sobre su vega, escasa pero fértil, que ocupa solamente la zona media del valle. Por el oeste grandes pendientes que llegan hasta la cumbre del Mulhacén casi sin cultivos, mientras que por el este una estribación menos elevada, cubierta de encinas por la base y casi vertical en su parte superior, separa este valle del de Bérchules. Mi proyecto inicial había sido atravesar el monte por uno de sus puntos más altos, pero como el tiempo era demasiado incierto seguí el camino ordinario que asciende en diagonal por su flanco, rodeándolo por la parte menos elevada. Escalonadas a distintas alturas se ven hasta tres acequias diferentes, una de las cuales, con casi cuatro leguas de longitud, va a buscar el agua hasta cerca del hato de Gualchos, y la lleva hasta las proximidades de Bérchules. Tuvo que ser muy difícil construirlas sobre una pendiente tan pronunciada y, como las avenidas o crecidas de agua las exponen a daños con frecuencia, varios acequieros se ocupan contínuamente de su mantenimiento. La rica vegetación de las hondonadas dejaba pronto lugar al Thymus tenuifolius, al Helichrysum serotinum, a la Artemisia glutinosa y a otras plantas propias de parajes estériles. Desde la cumbre, bastante amplia y muy redondeada, tuve una muy buena vista de la Alpujarra que abarcaba casi toda su extensión, porque las estribaciones paralelas situadas al este, siendo más cortas y menos elevadas, permiten a la vista profundizar en las hondonadas. El valle de Trevélez, tras discurrir algo más hacia el sur, gira al oeste y va a unirse al barranco de Poqueira a través de profundas gargantas. A mis pies, por el otro lado, estas gargantas, flanqueadas por vetas de rocas escarpadas, se repetían igualmente en la parte baja de la cuenca del río Cádiar por los alrededores de Cástaras, y venían a romper la uniformidad de las prolongadas y monótonas pendientes esquistosas; son los mismos montones de brechas calizas y de caliza compacta que vimos jugar un significativo papel en la vertiente noroeste de Sierra Nevada. Por aquí no parecen sobrepasar la altura de 4500 pies y se elevaron a ambos lados de la sierra en la era de la revolución que les proporcionó su actual reliev, cuando la formación esquistosa se abrió paso entre ellos como un diente al nacer. Entre estas rocas y barrancos, se observan numerosas cuevas, a menudo de difícil acceso, varias de ellas célebres por los asedios que sufrieron durante la guerra de la Alpujarra, que siempre terminaban con la matanza de los pobres moriscos a los que ahumaban como zorros. A partir de la formación caliza, comencé a ver de nuevo viñedos, después olivos e inmediatamente los cactus, las pitas y toda la vegetación africana. Desde allí, habría podido alcanzar en pocas horas cumbres glaciares pobladas por plantas que se encuentran en Laponia y Groenlandia; pueden hacerse una idea de la variedad de flora presente en este bello país.
Temprano, todavía por la mañana, estaba en Cádiar, pueblo grande y hermoso situado en una bonita y extensa vega, en la apertura del valle que desciende desde Bérchules; la sierra Contraviesa, prolongación de la de Lújar, se extiende hacia el sur y separa esta comarca del mar. Las tierras de la llanura, regadas con especial cuidado, tenían todavía un verdor admirable y los graciosos Agnuscastus, en plena floración, adornaban los bordes de los arroyos, mientras que las colinas, completamente calcinadas, solamente ofrecían a la vista tonos blancos y rojizos de una pasmosa esterilidad; están formadas por tierras de arrastre margosas y arcillosas que, surcadas en todas direcciones por torrenteras, presentan el aspecto más monótono;
[...]
Boissier, Edmond. Voyage botanique dans le midi de l'Espagne pendant l'année 1837. París: Gide et Cie., 1839-1845, pp. 133-134. Traducción de Jorge García para Recuerdos de Cástaras, 2014.
Subrayamos especialmente la mención que Boissier hace de las acequias que recorren la ladera del valle del río Trévelez, entre las que nuestra Acequia Real sigue destacando, aunque con distinta función, después de sus casi trescientos años de vida.
Por otro lado cuando el botánico suizo menciona los montones de brechas calizas entre los que se abrieron paso terrenos esquistosos, está hablando de los mantos alpujárrides, estudiados y establecidos un siglo más tarde por los geólogos Van Bemmelen, Westerveld o Brouwer. En esta complicada sucesión de capas tectónicas predomina por la zona el manto de Cástaras, definido por el profesor Aldaya en la década de 1960 y que todavía se encuentra bajo discusión y estudio.
La obra Voyage botanique dans le midi de l'Espagne pendant l'année 1837 está disponible completa en Google Books. Existe una edición en castellano —con traducción lamentable— realizada en 1995 por la Fundación Caja de Granada y la Universidad de Málaga dentro de la colección Sierra Nevada y la Alpujarra.
Copyright © Jorge García, para Recuerdos de Cástaras (www.castaras.net), y de sus autores o propietarios para los materiales cedidos. |
Fecha de publicación: |
14-2-2014 |
Última revisión: |
19-08-2023 |