Historias, impresiones y recuerdos

 

La acequia Real

Acequia Real de Cástaras (Paco Martín, 2009

Un camino de agua entre Trevélez y Cástaras

Texto: José Pastor
Fotos: Paco Martín

Los viajeros y caminantes que recorren esta zona de La Alpujarra, con frecuencia se asombran de la gran cantidad de agua, frescor y paisajes que encuentran en sus paseos. Pero más se sorprenderían si analizando la pluviometría y las temperaturas de esta región, comprobaran que los datos corresponden, en su mayor parte, a un clima árido. Este agua, que salva de ser un secarral estas sierras, proviene fundamentalmente del deshielo de Sierra Nevada. Pero no sólo con el agua de este deshielo se hubieran originado las paisajes típicos de La Alpujarra. Ya que este paisaje, del que disfrutamos en parte, se lo tenemos que agradecer a toda una serie de acequias y canalizaciones que tienen su origen en la época en que estas sierras eran habitadas por los musulmanes. Toda esta red de conducciones de agua van a aportar al paisaje ese frescor, esa vegetación (y su fauna asociada), esa huertas y esos pueblos que tanto asombran al caminante.

El viajero que esto escribe siempre se sintió atraido por la cultura del agua y todo lo relacionado con ella. Y en estos caminos que va describiendo y recorriendo, encuentra numerosas e interesantes manifestaciones: fuentes, lavaderos, molinos, abrevaderos, puentes, baños, acequias...

Hoy se quiere centrar en la Acequia Real de Cástaras y para ello sube hasta el pueblo de Trevélez. Desde allí siguiendo cuesta arriba el curso del río Trevélez, llegará hasta un paraje donde una parte del caudal del río, la presa, es derivado para dar comienzo a la Acequia Real de Cástaras.

Al poco tiempo de iniciar el paseo, salen al paso del caminante majestuosos y centenarios castaños que en el paraje del Barranco de los Castaños forman un soto (coto llamado por estos pagos) que tiene algo de mágico, una cascada y una gran belleza. La Acequia Real de Cástaras está excavada en la tierra y en la roca, y el camino que la bordea es estrecho y frágil, muy frágil y hay que mirar donde se ponen los pies. La ruta serpentea apaciblemente entre pinares (silvestres, laricio y resinero), castaños y encinares. Y algunos cerezos plantados por los acequieros para refrescarse con sus frutos, allá por el mes de junio, mimbreras, rascas, álamos (para sujetar los taludes de la acequia)... y lugares donde bañarse, o hacer fotografías, leer, sestear a la sombra, escribir, mirar las nubes, las truchas...

Acequia Real de Cástaras (Paco Martín, 2009
Acequia Real de Cástaras (Paco Martín, 2009

Es un paseo acompañado por el rumor del agua y, de cuando en cuando, del chapuzón de una rana o del canto de un pájaro. El viajero durante este paseo que le llevará a Cástaras o Nieles, pudo observar o escuchar las siguientes aves: arrendajo, carbonero común, carbonero capuchino, mirlo, mito, agateador común, ruiseñor común, pinzón vulgar, gavilán, águila calzada, pico picapinos, un cormorán común en la pantaneta de Cástaras, un tipo de curruca que no supo apellidar, el multicolor abejaruco y la amarilla oropéndola.

La Acequia Real de Cástaras, como la gran mayoría de acequias que hay en La Alpujarra, tiene los llamados criaderos. Estos criaderos son zonas llanas donde el agua se estanca para irse infiltrando poco a poco y así aprovecharla para el regadío o el abastecimiento humano en el período estival, disponiendo, de esa manera, de una cantidad más regular durante todo el año. Estas acequias, como el viajero descubrirá en su paseo, tienen una gran importancia, tanto para mantener el agua en la cuenca durane más tiempo, como para el desarrollo de una vegetación característica alrededor de ella, aumentando así la diversidad de hábitats de la sierra, una forma inteligente y práctica de aprovechar y gestionar el agua.

Pasando la pantaneta que abastece a Cástaras, el agua de la acequia empieza a ser repartida, con más frecuencia que en su tramo alto, a cortijos, caserías, pastizales, huertos y cultivos. Bajo la acequia y al otro lado de la carretera existe una plantación de fresas, que el viajero cree que es la principal beneficiada con este agua que baja de Trevélez. Al viajero de dijeron que parte de este agua se lleva a la costa y que además hay un proyecto para aumentar esta cantidad. El viajero que ha pasado muchas horas hablando y bebiendo vinos con las gentes de estos pueblos, sabe que mientras en Cástaras hay gente que no puede regar, en la costa enseguida que les escasea el agua, suben a pedir o a exigir para que ésta les llegue a ellos. Si la tierra es para quien la trabaja, el agua también debería ser para los que mantiene y cuidan estas acequias.

Pero el viajero prefiere no darle muchas vueltas al asunto y sigue su camino. Junto a un castaño enorme a la altura del barranco de la Fuente Solís o del Gayumbar, almuerza y se echa una siesta. A partir de un momento, el camino que bordea la Acequia Real se interna entre barrancos y nos es imposible proseguir. Así que el viajero baja hasta la carretera, para desde allí llegarse a Nieles. En Nieles para tomar un café donde Matilde y Manolo; allí Matilde le lee las poesías que ha escrito últimamente. Las poesías de Matilde hablan de su pueblo, de sus hijos, de su gente, de sus sentimientos... al viajero le gusta escuchar otras voces, así que todos sus paseos gusta detenerse a hablar con las gentes. Cuando llega a Cástaras, bebe agua de la fuente de los cuatro caños, que viene de un criadero, y en los escalones de la placeta se sienta a escuchar a la fuente, a Guillermo, a Miguel, a José Santos, a Paco padre que viene de recoger avenate con su mula...

Ya tumbado, en la cama, se deja arrullar por el agua y los sueños.

Acequia Real de Cástaras (Paco Martín, 2009

 

Texto cortesía de José Pastor, publicado originalmente en Intineriarios por las Alpujarras, ediciones RaRo, 2004.

Fotos cortesía de Paco Martín, publicadas en Álbumes web de Picasa, 2009.

 

 

 

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Fecha de publicación:

20-2-2012

Última revisión:

14-04-2023